Economía y poder: Rusia, un sistema casi gubernamental bajo Putin

No time to read?
Get a summary

Vladímir Putin ha sido objeto de discussion pública durante décadas. Al frente del Kremlin durante casi veinticinco años, es, sin duda, el dirigente político más perfilado por la prensa en la actualidad. Y pese a la abundancia de datos sobre su biografía y su trayectoria, persiste una pregunta para numerosos analistas: ¿el Putin de hoy, marcado por intervenciones agresivas y ante la realidad de un poder imperial, fue siempre así o ha evolucionado hacia ese perfil de jefe duro y carente de empatía que hoy se percibe? A la vez, surge otra duda que acompaña a esa cuestión de personalidad: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar en su enfrentamiento con Occidente?

“La idea central de Putin no ha cambiado; siempre ha sido ultraconservador, nacionalista e imperialista; a muchos, incluido yo mismo, les parecía claro que conduciría al país hacia el autoritarismo”, sostiene Andréi Kolésnikov, investigador senior del Centro Rusia Eurasia de la Fundación Carnegie y autor de un artículo reciente sobre la figura del presidente ruso titulado ‘Rusia está quemando su futuro’, publicado en Foreign Affairs. En su entrevista con El Periódico, Kolésnikov describe ejemplos de sus primeros dos mandatos, que se extendieron hasta 2008, cuando el verdadero Putin emergía de forma intermitente en un país que apenas tenía foco mediático y aún disfrutaba de cierto grado de libertad heredado de las reformas políticas iniciadas por sus predecesores en el Kremlin, Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin: la recuperación del himno soviético, el control de la televisión independiente, la detención del magnate Jodorkovski y el avance hacia un sistema de partido único, sucesos que ocurrieron durante los primeros ocho años de su poder.

A medida que su carrera se consolidaba, la actuación de Putin se volvía cada vez más “cerrada y contundente”, continúa Kolésnikov. El regreso a la presidencia en 2012, tras un periodo como primer ministro, “marcó el inicio de un giro rápido, brutal e irrevocable hacia la autocracia”, que se fortaleció hasta derivar en la situación actual, en la que el líder del Kremlin “no está limitado por nada a la hora de expresar y aplicar sus ideas”, concluye el experto.

Se percibe un Putin ya sin anteojeras, rodeado de colaboradores cercanos con ideas afines, como Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad, o Dmitri Medvédev, su segundo en ciertos momentos; y, además, está acompañado por una vasta red de propagandistas televisivos que presentan ideas de alto contenido belicista y, en ocasiones, que evocan escenarios extremos. Estas dinámicas apuntalan la disposición de las estructuras del poder a agotar los recursos de Rusia para sostener la devastadora guerra en Ucrania, con la esperanza de que esa situación perdure mientras les permita evitar rendir cuentas por acciones que, de cambiar el rumbo político, podrían acarrear consecuencias legales o personales para los implicados. Kolésnikov resume que Putin y su equipo parecen creer que Rusia dispondrá de recursos de distinta naturaleza, incluida la paciencia de su población, para sostener este curso durante el resto de sus vidas; y lo que ocurra después parece no importarles demasiado.

Economía y estructuras estatales se perciben como motores unidos. En la visión de este analista, la economía ha dejado atrás gran parte de las reformas liberales promovidas por los antecesores y, aunque de jure se mantiene la etiqueta de economía de mercado, en la práctica depende cada vez más de la inversión estatal, con el complejo militar-industrial como la columna vertebral de lo que se describe como una economía desequilibrada y poco productiva. Una cifra destacada para 2024 señala que una cuarta parte del Producto Interior Bruto ruso se destina a gastos militares, lo que pone en evidencia la prioridad dada al engranaje bélico frente a otras áreas.

Su interpretación subraya otro uso elevado de recursos: el capital humano. Con una población de más de 140 millones, se observa un fenómeno en el que un gran porcentaje de ese talento humano se dirige a las filas del ejército y a la industria de defensa. En palabras de Kolésnikov, “el Kremlin gasta capital humano como si fuera una materia prima” al sostener un alto número de bajas en los frentes y al justificar medidas que buscan sostener la capacidad de la economía militar. Las tasas de natalidad, ya en descenso desde los años 2016 y 2017, no muestran señales de revertirse con rapidez; Putin necesita soldados y trabajadores para las fábricas del complejo militar-industrial, y cada vez hay menos jóvenes que deseen integrarse a ese sector. Este análisis subraya un dilema profundo para la población y para la economía a medio plazo.

En conjunto, todo parece indicar que este cálculo, tan ambicioso como egoísta, difícilmente podría corregirse desde dentro del régimen. Aunque algunos jóvenes de la élite podrían sentirse inquietos ante un liderazgo dispuesto a hipotecar el futuro del país, la posibilidad de un movimiento interno real contra Putin se mantiene como una quimera. “Es una ilusión esperar la aparición de nuevas élites”, señala Kolésnikov. “Las elites lo sirven, y Putin ya está cultivando una nueva élite de gobierno, no menos leal, que incluye a quienes han sobrevivido a la guerra”.

Economía casi gubernamental

Sobre la economía, el académico ruso apunta a la reversión de logros y reformas promovidas por predecesores, donde, si bien la etiqueta formal es economía de mercado, la práctica se inclina cada vez más hacia la dependencia de la inversión estatal. El motor de esta dinámica es, para él, el complejo militar-industrial, que impulsa una economía que se percibe como insana e improductiva. Rusia, en la visión de 2024, asigna una cuarta parte de su PIB a gasto militar, lo que revela la prioridad de la seguridad y la defensa sobre otros sectores de la economía.

Con esta base, el uso de recursos humanos se mantiene alto y la presión en el frente económico se siente en toda la sociedad. El Kremlin emplea capital humano de forma intensa, como una constante en su estrategia de sostener costos humanos y materiales en las guerras externas. A la luz de este panorama, la natalidad y la composición demográfica no muestran señales de revertirse en el corto plazo; Putin continúa necesitando una reserva de soldados y trabajadores para sostener la maquinaria de defensa, mientras la población mira de cerca cómo evoluciona la economía y el futuro del país.

La lectura de Kolésnikov sugiere que, a menos que se produzcan cambios estructurales dentro del régimen, es improbable que aparezcan nuevas élites con poder suficiente para desafiar a la autoridad de Putin. Las elites existentes—según el analista— ya han sido integradas en un sistema de lealtades que se mantiene estable gracias a la continuidad del liderazgo y a la cohesión de la élite que gobierna. En ese sentido, el régimen continúa proyectando una estabilidad forzada por la cooperación entre sus figuras clave y sus redes de influencia.

No time to read?
Get a summary
Previous Article

Radar Footprint May Reveal Earth to Distant Civilizations

Next Article

The Russian Defense Update on Belgorod and Bryansk Incidents