Kamala Harris y la promesa de un liderazgo que mira hacia el futuro

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La historia política de Estados Unidos está marcada por fenómenos que, a primera vista, parecen meteóricos. En realidad, cada avance ha sido el resultado de un camino largo, labrado con pasos calculados, alianzas, tropiezos y retrocesos, pero impulsado por una visión fija en el objetivo. Ese fenómeno actual es Kamala Harris.

La vicepresidencia concluye este jueves por la noche la convención nacional demócrata en Chicago con el discurso formal de aceptación de la nominación presidencial para las elecciones del 5 de noviembre. Es una candidatura que se mide con Donald Trump y que se gestó en apenas un mes, tras la renuncia de Joe Biden. Representa un hito decisivo en una campaña que desborda la norma y que señala un giro significativo para el Partido Demócrata, al tiempo que subraya la emancipación de una mujer de 59 años acostumbrada a romper barreras y a escribir su nombre en la historia con mayúsculas.

Es la oportunidad para Harris de presentar no solo a los demócratas, sino a todo el país y al mundo su historia personal, su visión y su propuesta política. Estos elementos construyen un nuevo principio para el Partido Demócrata y fortalecen la idea de que la diversidad de género y orígenes es una fuerza central en el proyecto político contemporáneo.

La sonrisa

Harris, con 59 años, ha devuelto a la política demócrata una energía que parecía dormida cuando el liderazgo recaía en una persona de 81 años. Su expresión abierta y su entusiasmo proyectan un proyecto que se conecta con los mensajes de “esperanza” y “cambio” que históricamente definieron la campaña de Barack Obama, el primer presidente negro en la historia de Estados Unidos.

Obama, aliado de Harris desde hace años, fue quien la descubrió como una voz eficaz en las urnas cuando en 2004 organizó un acto de recaudación de fondos en California para su candidatura al Senado y, en 2008, se volcó en su campaña para la Casa Blanca. En ese escenario, Obama afirmó que Harris era una persona “inteligente y determinada”.

Su historia personal

Al igual que Obama, Harris proviene de una familia mixta: un padre jamaicano y una madre india, ambas voces que aportaron una visión plural a su desarrollo. Su madre, investigadora biocientífica, regresó a California luego de divorcios y de años de mudanzas por distintos estados, y trabajó para mantener a la familia adelante con esfuerzo compartido por ella y su hermana menor, Maya. Harris recuerda con detalle que gran parte de su infancia vivieron alquilando y que su madre trabajó décadas para comprar una casa durante la adolescencia de la futura vicepresidenta. También suele mencionar su experiencia trabajando en un McDonald’s para financiar gastos y ver de primera mano a familias que luchaban por llegar a fin de mes.

Como la abrumadora mayoría de sus pares en la arena política, Harris transitó un entorno dominado históricamente por hombres blancos. Su paso por la Universidad Howard, un campus emblemático para la comunidad negra, y su formación en Derecho en la Universidad Estatal de California, la llevaron a trabajar como fiscal en San Francisco en 2003 y, posteriormente, a convertirse en la primera mujer negra en ocupar el cargo de fiscal general de California. En 2019, tras un intento fallido de candidatura presidencial, dejó ese historial en segundo plano para enfocarse en la posibilidad de liderar un país. Hoy, frente a un rival republicano con antecedentes penales, lo presenta como un activo que destaca su trayectoria y su capacidad de superar desafíos.

Harris llegó al Senado y demostró un desempeño destacado como interrogadora, lo que la convirtió en un referente para los progresistas. Tras la campaña presidencial fallida, Biden la nombró como la primera vicepresidenta negra con raíces en Asia en la historia de Estados Unidos.

Esos años de sombra junto a Biden pueden haber representado momentos difíciles, con interrogantes sobre su presencia y eficacia. Sin embargo, su labor en política exterior, con numerosos viajes y reuniones con líderes extranjeros, y su liderazgo en los asuntos de derechos reproductivos cuando el Tribunal Supremo alteró el marco constitucional, han reforzado su influencia en la administración y en la política nacional. Se presentó como una defensora de los derechos de las mujeres y de las libertades fundamentales, y su voz se convirtió en una de las más activas en el terreno de la agenda social y de derechos civiles.

Quien la acompaña en este proceso, tanto como vicepresidenta como candidata, ha llevado a convencer a audiencias de que Harris ha evolucionado en su discurso. Aunque algunos de sus oponentes la han criticado por ciertas posturas, su capacidad de conectarse en momentos clave ha generado una percepción de fortaleza y autenticidad. Y, en medio de la polémica, se ha destacado por su habilidad para inspirar confianza a través de gestos y de una presencia sobria pero contundente, algo que ha sido destacado por observadores que han seguido su trayectoria. En un análisis de estilo, se la ha descrito como una líder que invita a creer en lo que puede ser, más que en lo que ha pasado.

Lo que puede ser, libre del peso de lo que ha sido

La convención, antes de que Harris cuente su propia historia, sirve también para presentar a la mandataria ante una audiencia más amplia. Además de Obama, otras figuras han contribuido a la narrativa de Harris, incluido Doug Emhoff, su esposo, y Cole, uno de los hijastros de los que Harris es figura de apoyo. “Puede que no tengamos el aspecto de otras familias de la Casa Blanca, pero estamos listos para representar a todas las familias de Estados Unidos”, comentó su hijastro en una intervención que resonó entre la audiencia.

Emhoff, quien la conoció a través de una cita a ciegas, la describió como una persona con una “guerrera alegre” que está “haciendo por su país lo mismo que ha hecho siempre por la gente que quiere”. Resaltó su pasión, su búsqueda de justicia con una actitud positiva y su capacidad de enfrentarse a los desafíos. También subrayó que la empatía de Harris es su fuerza central.

Un mural de Shepard Fairey, el creador del icónico cartel Hope de Obama, ha inspirado una versión para Harris donde la palabra central es Forward. Más que un eslogan, ese término representa una declaración de intencionalidad para la campaña y para un país que ansía avanzar. Es para una líder que encarna la idea de creer en lo que puede ser, sin quedar anclada en lo que ya fue. Harris, en ese sentido, ha sabido hacer suyo ese impulso hacia el progreso.

La narración de Harris continúa; su historia personal se convierte en la clave de una visión que busca ampliar la representación y la participación política. En este momento, su presencia en la convención y su capacidad de conectar con un electorado diverso la sitúan como una figura central para el futuro de la política estadounidense. Este periodo de la campaña ha puesto de relieve que su trayectoria, más que un relato de ascenso, es una promesa de acción y de continuidad para un país que busca reinventarse.

La campaña de Harris, por su parte, ha demostrado una cierta madurez en la forma de presentar sus ideas. El énfasis está en la acción tangible, en la capacidad de enfrentar problemas reales y en la creencia de que la política puede ser un instrumento de cambio positivo para las personas comunes. En los próximos meses, la atención se centrará en su capacidad para traducir esa promesa en políticas concretas que respondan a las preocupaciones diarias de millones de estadounidenses. En ese sentido, su avance no solo representa un paso en la carrera personal de Harris, sino un indicio de la dirección que podría tomar el país en los años venideros.

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