Uno de los momentos conocidos de las pantallas grandes es el recordatorio de apagar el teléfono antes de que empiece la película, para que este aparato no interrumpa la narración. En España, una frase célebre repetía esa exhortación: apagar teléfonos y no fumar. A esa costumbre se sumaba la recomendación de activar el modo avión durante los vuelos. Sin embargo, esas indicaciones no siempre se cumplen en todos los ámbitos de la vida pública. En el hemiciclo del Senado, una llamada logró cambiar el curso de una sesión de control al Gobierno, evidenciando que las normas de cortesía tecnológica también pueden verse desbordadas por la realidad del día a día político.
En aquel momento, el ministro de Transformación Digital y Función Pública, José Luis Escrivá, estaba llamado a intervenir para exponer su gestión y las medidas en curso. Pero la intervención quedó atascada cuando protestó porque un senador del Partido Popular hablaba por teléfono a apenas un metro de distancia, impidiendo que se escuchara con claridad su discurso. El hecho provocó sorpresa en su despacho y en el ánimo de la Cámara, con el exconseller y representante del PPCV, Gerardo Camps, que permanecía inmóvil y con expresión incrédula ante el ruido del teléfono. Escrivá señaló con insistencia que ese teléfono estaba dificultando su turno de palabra, y la situación se convirtió en un desencadenante de malestar general entre los presentes.
La atmósfera del debate se tensó de forma evidente. Las protestas de Escrivá fueron acompasadas por las quejas provenientes de la oposición, que acusaron a la bancada de usar el incidente como excusa para evitar responder a las preguntas planteadas. Una senadora de la oposición calificó la situación como un numerito, mientras el presidente de la Cámara, Pedro Rollán, insistía en que la sala guardara silencio y que cada intervención se realizara con el debido decoro.
Rollán pidió a los asistentes que mantuvieran el silencio y que no entablaran conversaciones paralelas, devolviendo el turno de palabra a Escrivá para que, si así lo deseaba, pudiera continuar. Sin embargo, el ministro mostró una señal inequívoca de rechazo moviendo el dedo en señal de negación. Tras aquel gesto, Escrivá decidió abandonar la sala, dejando pendiente su exposición ante el pleno. En ese instante quedó claro que, incluso en espacios institucionales marcados por la formalidad, las distracciones tecnológicas pueden interferir con la fluidez de la política y la comunicación entre representantes y responsables gubernamentales.
Este episodio, más allá de su carácter anecdótico, invita a reflexionar sobre la gestión de la atención en escenarios legislativos. La presencia constante de dispositivos móviles enriquece la productividad y facilita la información, pero también puede alterar la calidad del debate cuando no se gestionan de forma adecuada las interrupciones. En procesos de control al Gobierno, la claridad de los argumentos y la capacidad de escuchas mutuas resultan esenciales para una interlocución efectiva entre el poder legislativo y el ejecutivo. La experiencia de ese día en el Senado subraya la importancia de mantener un ambiente propicio para el intercambio de ideas, donde las limitaciones técnicas no se conviertan en obstáculos para el escrutinio público.
Fuentes cercanas a la sesión señalan que el incidente provocó un re-ejercicio de reglas no escritas sobre el comportamiento en la cámara, recordando que la comunicación fluye mejor cuando se respeta el tiempo de palabra y se evita cualquier distracción que pueda menoscabar la atención de los legisladores y de la ciudadanía que observa las deliberaciones. Este episodio, registrado por testigos y cubierto por los medios, se menciona a menudo como un ejemplo de cómo lo cotidiano puede afectar el pulso de una sesión y, a su vez, cómo las instituciones deben aprender a gestionar ese fenómeno sin perder la serenidad ni la capacidad de análisis. Este acontecimiento también resalta la necesidad de normas claras sobre el uso de dispositivos en el pleno, para garantizar que la discusión permanezca centrada en los temas y en las respuestas a las preguntas planteadas.