Reescritura de la historia de Maria Àngels Feliu

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El 30º aniversario de la liberación de Maria Àngels Feliu

Este miércoles se conmemoran tres décadas desde la liberación de Maria Àngels Feliu, farmacéutica de Olot en Girona, quien estuvo secuestrada durante 492 días. Su cautiverio fue el periodo más largo registrado en España por la acción de delincuentes comunes y estuvo marcado por una deshumanización brutal. Fue liberada por su propio carcelero en medio de una investigación extensa y, a veces, dificultosa.

En el momento de su secuestro, Feliu tenía 34 años y ya había cumplido 65 cuando se hablaría de este caso en la memoria colectiva. Su historia comenzó cuando dos agentes municipales y un conocido de Camprodon la abordaron en el garaje de su casa, llevándola encapuchada a un vehículo.

La investigación revelaría que varios individuos estaban conectados, incluyendo a Ramón Ullastre, el dueño de la casa donde Feliu fue mantenida, y a Sebastià Comas, alias Iñaki, quien actuó como su carcelero. Aunque no todos se conocían entre sí, existía una red que, con el tiempo, sería llevada a la luz por la labor policial y judicial.

El inicio de la investigación

La Guardia Civil, a través de su Unidad Central Operativa, asumió la investigación y la describió como una tarea lenta y laboriosa. Inicialmente estuvieron a cargo de la Policía Local, luego los Mossos d’Esquadra y, posteriormente, la Comandancia de la Guardia Civil de Girona. No se descartó en un primer momento la posibilidad de que la banda estuviera ligada a ETA o que la figura del padre de la víctima, vinculado a un banco, pudiera haber motivaciones peligrosas. Con el paso del tiempo se consolidó la hipótesis de delincuencia común.

La dinámica inicial no fue sencilla. La inspección ocular fue deficiente en algunos momentos, y ciertos indicios clave no pudieron recuperarse. La evidencia presente en las escenas se comprometió y se acumuló algún retraso que dificultó la reconstrucción de los hechos. Aun así, la UCO avanzó con varias líneas de investigación, una de las cuales llevó a la detención de Xavier Bassa y Joan Casals, dos individuos vinculados operativamente, un año después de la detención, cuando Francisco Evangelista señaló sus nombres. Tras la liberación de Feliu, esas detenciones fueron revertidas.

La participación de Casals

La capacidad de vincular a Casals con la captura fue limitada por la falta de pruebas directas sobre su involucramiento en el secuestro. Sin embargo, se constató que Casals estuvo en Olot en los preparativos del hecho, aunque no pudo participar el día de los hechos por una dolencia que sufrió. Además, durante la investigación se hallaron indicios que sugerían que Casals podría haber intervenido en labores logísticas o de vigilancia, y se encontró un croquis en su casa con detalles del plan, que explicó como si se tratara de un guion visto en una película. Estas explicaciones, aunque no concluyentes, contribuyeron a entender la mecánica del caso.

Intentos de secuestro previos

Antes de aquel suceso, Maria Àngels Feliu ya había sido objeto de un intento de secuestro, al igual que otras dos jóvenes de la localidad vinculadas a familias acomodadas. En aquellos momentos, Casals estaba en la zona. Las fuentes señalan que la investigación fue obstaculizada por el miedo a represalias en un entorno muy estrecho, donde todos se conocían.

“Eventos extraños” junto a la farmacia

Una pista clave nació de un testigo que acudió al cuartel de la Guardia Civil para relatar la presencia de un policía local que ejercía tiento y control alrededor de la farmacia. Esta información permitió trazar conexiones con Guirado, el agente involucrado, quien terminó confesando su participación tras sentirse acorralado. Este dato llegó a los investigadores años después, a medida que se reunían pruebas y testimonios.

Asimismo, surgió el dato de que otro agente, que no participó en el secuestro, expresó a la Policía Nacional su sospecha sobre la participación de Guirado. Sin embargo, ese hecho no fue compartido oportunamente con la Guardia Civil.

Pruebas y dudas

La investigación enfrentó múltiples retos y, en algunas etapas, se suspendió temporalmente para evaluar enfoques alternativos provenientes de distintas unidades. Sin embargo, el material reunido fue suficiente para detener a los implicados. La campaña de recogida de pruebas se vio dificultada por una praxis cuestionable y por el miedo de la gente a hablar, factores que dejaron huellas en la dinámica de la investigación.

Ullastre, un hombre peligroso

Los vecinos recordaron voces y llantos desde la vivienda de Ullastre, pero nadie se atrevió a denunciar. Ullastre era descrito como una persona peligrosa, con antecedentes que incluían un carnet de guardia, credenciales del Consejo Nacional de Inteligencia y agresiones previas a quienes consumían sustancia peligrosa. Tras la detención de los autores, la gente aportó datos que resultaron útiles para el progreso del caso, resaltando la perseverancia de los investigadores y su coordinación con el sistema judicial.

No se pagó rescate

Persisten dudas sobre un posible pago de rescate. Lo que sí se sabe es que existieron intentos, pero tanto los secuestradores como la familia sostuvieron que no se efectuó ningún desembolso. La Guardia Civil monitorizó un intento de pago a través de la subasta de una pintura importante en una institución londinense, pero la operación fue bloqueada.

El periodo de cautiverio

Feliu pasó 492 días en un entorno sutilmente parecido a una perrera: sin poder ponerse de pie, mal alimentada, sin cambios de ropa y en condiciones de luz precarias. Muchos describen ese periodo como la cúspide de la deshumanización. Un investigador señaló que la experiencia vivida por Feliu fue denigrante y cuestionó la capacidad de la familia para mantener a alguien en ese estado. Se afirmó que, gracias a su formación como farmacéutica, Feliu logró dosificar la comida y solicitar alimentos conforme a sus necesidades.

El síndrome de Estocolmo y de Lima

Con el paso del tiempo, la víctima encontró en Iñaki, el carcelero, una forma de apoyo que influyó en su proceso emocional. A pesar de que ella no declaró contra él en el juicio, la relación entre ambas personas dejó una huella compleja. Algunos señalan que Feliu logró salir de la experiencia con un endurecimiento emocional, mientras que Iñaki podría haber experimentado un fenómeno emocional inverso, conocido como síndrome de Lima.

El cierre de este capítulo llegó cuando, por iniciativa propia y con riesgo, la farmacéutica fue liberada y abandonó el lugar de cautiverio para ser dejada en una gasolinera. Hoy, Maria Àngels Feliu permanece viva y su historia continúa siendo un recordatorio de las tensiones entre la seguridad pública, la justicia y la dignidad humana.

[Citas y atribuciones: informes de la Guardia Civil y testimonios de investigadores consultados]

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