Misiles y alianzas en el conflicto de Oriente Medio

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Una edición reciente del periódico The Economist encendió el debate entre israelíes y aliados. En la imagen apareció la frase “Israel, solo” junto a una bandera blanca con la estrella de David azul, ondeando en un desierto, un símbolo que muchos interpretaron como la señal del creciente rechazo internacional hacia las operaciones del Ejército hebreo en Gaza y contra la figura del primer ministro Benjamín Netanyahu y su gobierno, conocido por su coalición de ministros ultraconservadores.

La foto fue vista como un reflejo de la presión internacional contra las acciones en Gaza y, para algunos, una señal de aislamiento de Israel. En ese marco, el conflicto se percibe cada vez más como un enfrentamiento entre bloques regionales, con Estados alineados con Occidente y Estados que cuestionan el orden mundial vigente, mientras la opinión pública israelí parecía sentirse más aislada que nunca. En ese momento, un ataque sustancial iraní que no logró objetivos claros, gracias a la cooperación internacional de Israel y de socios árabes, concentró el foco en Irán más que en las propias operaciones israelíes.

Una valoración recogida por El Periódico de España señala que Irán ha logrado un efecto contrario a sus objetivos iniciales: la atención ya no recae tanto en Israel en Gaza, sino en la dinámica regional. El experto Rob Geist Pinfold, doctor en estudios estratégicos de la Universidad de Durham, advierte que el conflicto podría empezar a verse como un choque de dos grandes bloques de Estados, con aliados occidentales y Estados Unidos por un lado, y naciones que cuestionan el orden mundial actual por el otro. Según su análisis, la respuesta internacional se ha vuelto más compleja y podría haber influido en que Israel contara con apoyos más amplios de socios regionales.

Misiles y drones derribados: Jordania en la primera línea de defensa

En la madrugada del sábado, Irán llevó a cabo un ataque directo a Israel que incluyó más de 300 drones y misiles balísticos y de crucero. La mayor parte fueron interceptados y solo hubo una persona herida, una represalia por un ataque atribuido a Israel contra un consulado en Damasco. Este episodio mostró la dinámica de represalias en la región y dejó claro que la defensa israelí, con sistemas como Arrow, junto a la cooperación de Estados Unidos, impidió daños mayores. Estados Unidos confirmó la participación de destructores y sistemas antiaéreos, interceptando numerosos drones y misiles disparados desde Irán y Yemen, con una intervención que ya se preveía en un marco de seguridad regional.

Jordania, rodeada por Irán e Israel y con una considerable población de refugiados palestinos, emergió como un actor decisivo. Su liderazgo justificó la defensa de su espacio aéreo ante posibles penetraciones de drones y misiles iraníes. El ministro de Exteriores, Ayman al-Safadi, afirmó que la necesidad de proteger el reino justificaba esas acciones, y los medios israelíes indicaron que la cooperación incluyó permiso para que cazas israelíes operaran desde territorio jordano. El rey Abdala II habló con el presidente norteamericano Joe Biden tras los ataques para coordinar esfuerzos de defensa y contención. Arabia Saudí, aunque no ha reconocido formalmente relaciones con Israel, también participó de la vigilancia de la región, y los mapas de trayectoria indican que su espacio aéreo, como el de Jordania, estuvo en el camino de los proyectiles, enmarcándose dentro del paraguas de CENTCOM.

En cuanto a los aliados regionales, la mejor parte de la respuesta de Jordania se ha visto como una combinación de defensa soberana y cooperación estratégica, donde la protección de civiles y sistemas críticos primó sobre otras consideraciones. Esto ha generado debates sobre la naturaleza de la seguridad regional y las limitaciones de una dinámica de cooperación que depende de intereses cambiantes entre países vecinos.

El papel de los países del G7

Más allá de Jordania y otros actores regionales, la respuesta de los países industrializados se centró en un marco diplomático que buscó contener la escalada. Italia convocó una reunión urgente del G7 para evaluar los riesgos del ataque iraní, en medio de una preocupación económica subyacente por el incremento del precio del petróleo ante posibles nuevas tensiones en Oriente Medio. En la reunión, los líderes expresaron su condena al ataque iraní y enfatizaron la necesidad de proteger a la población civil y facilitar la ayuda humanitaria a Gaza, sin pedir un alto el fuego de forma explícita. Estas discusiones señalan la tensión entre seguridad regional y estabilidad económica global, que permanece como una variable crítica para las decisiones de política exterior de las naciones industrializadas.

El tono de la conversación lo resumió Joe Biden en una llamada con Netanyahu, donde indicó que Israel había logrado una victoria en el marco de la contestación iraní y subrayó que ese impulso debía ser aprovechado para avanzar hacia una reducción de la escalada. No obstante, la coalición de ultranacionalistas en el gobierno israelí plantea presiones internas para una respuesta contundente, lo que añade complejidad al cálculo estratégico. Analistas señalan que una acción militar profunda contra instalaciones iraníes podría alterar la región y provocar un nuevo ciclo de arrebatos bélicos y aumentos en el precio del petróleo.

La pregunta que persiste es qué camino tomaría Israel para consolidar la seguridad sin desatar una confrontación más amplia. Algunos analistas israelíes mencionan que un golpe directo podría dañar infraestructuras sensibles, pero también aumentar las tensiones regionales y perder el apoyo de potencias clave en un momento crítico. En ese contexto, se discute si la mejor estrategia sería desactivar objetivos duros, o si la opción realista sería mantener la presión sin cruzar líneas que podrían desencadenar una respuesta internacional aún más contundente.

En resumen, el equilibrio entre seguridad nacional, alianzas regionales y apoyo internacional sigue siendo el eje central de la conversación. Mientras Israel evalúa sus próximos movimientos, la estabilidad de la región depende de la sofisticación de las respuestas y de la capacidad de las potencias globales para coordinar esfuerzos que prevengan una escalada mayor y protejan a los civiles en Gaza y en zonas cercanas. Las proyecciones económicas y energéticas añaden una capa adicional de urgencia a cualquier decisión, recordando que la seguridad regional y la salud de las economías globales andan de la mano en este conflicto.

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