Análisis de Munich: Europa ante la prueba de la unidad y la seguridad

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Análisis en Munich muestra una Europa en busca de coherencia ante la crisis

La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada este fin de semana en la capital bávara, dejó una impresión contundente de la realidad. Es distinto a la cita del año anterior, cuando algunos dijeron que la derrota estratégica de Rusia podría tardar apenas meses. Desde entonces, la situación ha empeorado de forma marcada. Moscú ha recuperado la iniciativa en el terreno y ha sabido gestionar un impulso económico de guerra pese a un amplio paquete de sanciones. Ucrania acusa cansancio y escasez de munición. Entre tanto, la unidad política de Occidente muestra fisuras, y la ayuda militar de Estados Unidos atraviesa un momento de incertidumbre en el Capitolio. Parte de Europa intenta cubrir ese vacío, pero las limitaciones son claras. Y todo podría complicarse si Donald Trump regresa a la Casa Blanca este año.

La inquietud de los europeos quedó patente a lo largo de las deliberaciones de tres días, que se abrieron con la noticia de la muerte de Alexéi Navalny en custodia, símbolo de la oposición al régimen de Vladímir Putin. La posibilidad de que la ayuda estadounidense se reduzca durante un tiempo cercano también planeó sobre la reunión. “Los europeos debemos hacer más por nuestra seguridad, tanto ahora como en el futuro”, afirmó el canciller alemás Olaf Scholz. Alemania se posiciona como uno de los principales donantes de armas para Kiev y, por primera vez desde el final de la Guerra Fría, destinará este año un 2 por ciento de su PIB a Defensa, el umbral mínimo pactado en la OTAN. A la vez, Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, dejó claro que, por más que se empeñe, Europa no podrá sustituir el papel de Estados Unidos. El rearme europeo avanza, pero lleva tiempo, y buena parte del continente redujo su capacidad industrial para producir armamento tras la caída de la URSS.

“Rusia ha aprendido lecciones y está produciendo munición y equipamiento a un ritmo superior al que podemos sumar entre todos nosotros”, comentó Petr Pavel, presidente checo y general retirado. “Debemos ser tan creativos y flexibles como los ucranianos en el terreno y buscar recursos donde sea”. En Bruselas se reconoció que no se podrá entregar en marzo el millón de obuses de artillería prometidos para Ucrania. Y el gasto militar en el continente sigue sin cumplir de forma general el objetivo del 2 por ciento del PIB. Según la OTAN, solo 18 de sus 31 miembros alcanzarán ese ratio este año. En los días previos a la cumbre, Trump hizo mella en la confianza al insinuar que dejará al Kremlin actuar libremente con los países que no cumplen sus compromisos.

Cuestiones sobre la estrategia occidental

Si bien pocos buscaban profundizar en la herida de una Europa menos preparada para el reto de Putin, hubo espacio para la autocrítica frente a la estrategia gradual que Bruselas y Washington han seguido al entregar armas a Kiev. Iván ha sobrevivido, pero no ha logrado imponerse en el terreno sin superar la superioridad aérea y las limitaciones de sus fuerzas mecanizadas y de defensa antimisiles. “Quizá hemos dudado con demasiada frecuencia”, dijo Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. “Hace dos años estábamos listos para entregar cascos. Hoy hablamos de F-16. Si hubiéramos tomado esa decisión antes, quizá la guerra habría tomado un rumbo distinto”. Kiev insistió en la necesidad urgente de munición de artillería y misiles de largo alcance, recalcando esa demanda durante las sesiones en Múnich.

Sin una industria militar capaz de abastecer a tiempo las necesidades de Kiev, Europa busca opciones en cualquier rincón, consciente de que una partición de facto de Ucrania acercaría a Rusia a las fronteras europeas y podría fortalecer la postura de Putin. Stoltenberg subrayó que, según la inteligencia de la OTAN, Rusia podría cruzar otra línea de acción en tres a cinco años, probablemente contra alguno de los países bálticos. Sin embargo, como ha ocurrido desde el inicio de la invasión, la percepción de la amenaza rusa varía según la región; desde Berlín hasta el Báltico, las emociones son profundas, mientras que en las zonas más al oeste la sensación es menos intensa.

Las palabras fuertes no siempre se han traducido en compromisos prácticos. Mette Frederiksen, primera ministro de Dinamarca, señaló que a pesar de donar reservas de artillería, Europa aún guarda munición que podría destinarse a Ucrania. En la cumbre de Múnich, la “buena voluntad” no ha terminado traducirse en acciones claras. Ukraine solicitó avances concretos, y el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, reiteró esa demanda ante la prensa.

La situación en Washington añade una capa de preocupación. En medio de la negociación en el Capitolio para aprobar los 60.000 millones de dólares que espera Kiev, Kamala Harris afirmó en Múnich que no existe un plan alternativo disponible. Esa ausencia de un plan B alimenta la percepción de incertidumbre entre los aliados y, a la vez, la presión para buscar vías nuevas de apoyo a Ucrania sin comprometer a Estados Unidos en una contienda prolongada.

En resumen, la cumbre evidencia un West que discute, con nervio, sobre cuánto se puede hacer hoy y cuánto se debe hacer mañana. Europa continúa buscando un equilibrio entre la seguridad de sus fronteras y la defensa de un orden internacional que proteja, de forma sostenible, a Ucrania y a sí misma. La pregunta persiste: ¿hasta dónde puede llegar la unidad occidental sin un respaldo claro desde Washington y sin un rearme europeo capaz de sostener un esfuerzo prolongado?

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