Después de la oleada electoral de la primavera en Euskadi, Cataluña y el Parlamento Europeo, el otoño podría ser igual de vibrante, dependiendo de lo que digan las urnas y de los pactos que se ciensen después. El PP mantiene posiciones residuales en las autonomías mencionadas; las pérdidas serían difíciles de compensar, por lo que el PSOE es quien mayor riesgo asume. En el País Vasco se busca mantener el tercer lugar y convertirse en el sostén necesario para una coalición estable. En Cataluña, el objetivo es claro: avanzar desde la primera posición en votos para que Salvador Illa asuma la presidencia. Las europeas funcionarán como un último barómetro emocional, recordando que en 2019 los socialistas ganaron allí. Sin embargo, la pieza central del tablero político sigue siendo Cataluña.
Lo que las papeletas digan y los acuerdos que surjan marcarán el año político, que parece lleno de trampas y minas. ¿Podría llegarse a una convocatoria de elecciones generales? Esa posibilidad no está descartada del todo. Los dirigentes socialistas consultados se muestran prudentes: ¿Convocar para perder? No. Pedro Sánchez navegará, dicen. Pero en ámbitos internos del partido no falta quien no descarte la opción. Se invoca la experiencia del líder como estratega consumado, pero si la suerte de las urnas se vuelve adversa, podría verse obligado a buscar que la ciudadanía ponga orden, incluso si ello implica un giro drástico en la táctica.
Después del verano, Diana Morant asumirá como la nueva líder del PSPV, en un marco de armisticio establecido con Sánchez. Si ese acuerdo se desmorona por una caída del PSOE en el Gobierno, podría perder la plataforma institucional que garantiza su puesto y abrirse un periodo de turbulencia interna, especialmente si se discute una salida para el era postsanchista. Con Sánchez, ese vínculo suele convertirse en un blanco de ataques para figuras como Carlos Mazón. Si el apoyo se debilita, la ministra se vería expuesta. La secretaria general también está en juego en las próximas elecciones regionales de primavera.
El PSOE no es el único actor con interés en el movimiento: lo que ocurra podría reordenar también posiciones en Sumar y Vox, alterando estrategias en distintos territorios. Hasta ahora, la ultraderecha ha mostrado un papel más bien suave dentro del PP valenciano. En cuanto a Alberto Núñez Feijóo, la expectativa ha sido de un periodo de menor incertidumbre: su futuro parece ligado a las próximas elecciones generales, y mientras tanto debe mantener una visión relativamente estable del terreno político.
Mascarillas en el barro
Además del veredicto de las urnas, el gobierno de Mazón parece decidido a entrar de lleno en el terreno de los contratos de compra de mascarillas durante la pandemia en Valencia. Todo parece indicar que ese terreno volverá a ser objeto de escrutinio. La búsqueda de transacciones discutibles, incluso años después, ya está en marcha. Algunos de esos contratos, en paralelo, superaron controles de la Intervención y del Tribunal de Cuentas, pero la sombra de las supuestas irregularidades permanece. La revisión amplia podría aportar claridad, aunque en un clima de polarización política la transparencia y el fango partidista a veces se confunden.
Más allá de las consecuencias administrativas y judiciales, la atención se dirige a la Comisión Europea, que ya ha dejado claro que observa de cerca el uso de los fondos destinados a la pandemia. En años pasados ha sido estricta con la Comunidad Valenciana. Si decide iniciar un procedimiento de devolución de ayudas, el hueco en las arcas públicas podría ascender a cientos de millones de euros.
Si se mira el presente, lo que parecía barro en el pasado podría repetirse ahora. Las instituciones han recibido elogios por su respuesta rápida ante las ayudas a las víctimas del incendio de Campanar, algo que ha obligado, en ocasiones, a acelerar procesos burocráticos. A la luz de los acuerdos de la pandemia, es razonable pensar que, en un horizonte de años o meses, la lupa seguirá en la gestión pública. A futuro, el mayor riesgo es la parálisis administrativa.
Citas y contexto para comprender la escena
El panorama político está en juego entre coaliciones, tensiones internas y la vigilancia de organismos superiores. Cada movimiento electoral se mira no solo como una victoria o derrota, sino como una señal sobre el rumbo institucional de la región y su influencia en la política nacional. En este marco, la estrategia de quienes ocupan puestos de poder y la capacidad de los partidos para gestionar la fragmentación del voto serán determinantes. Los votantes, por su parte, buscan claridad, consistencia y responsabilidad en la gestión de las crisis, desde emergencias sanitarias hasta inversiones y reformas administrativas. En definitiva, la lectura de este año político no es solo sobre quién gana, sino sobre qué grado de estabilidad y qué tipo de coaliciones pueden sostenerse en un mapa regional cada vez más complejo. Fuente de análisis: observadores políticos y actores cercanos a las decisiones (Cita).