Aunque para muchos Trump siga pareciendo una figura polarizante, vale la pena extraer su componente ideológico y apreciar la aguda intuición política que demuestra el personaje. Se necesita una notable frialdad y un sentido de oportunidad preciso para reaccionar con un impulso casi histórico cuando una bala pasó rozando la cabeza.
Toda la secuencia inmortalizada en la instantánea de Evan Vucci para Associated Press revela a una personalidad de acero capaz de transformar el miedo ante la muerte inminente en furia. Mirada desde la distancia, la reacción de Trump podría parecer simple o natural, pero no lo fue. En ese instante desconcertante, tras esquivar una bala segura y rodeado por el servicio secreto, fue capaz de detener el drama y, con el puño en alto, pronunciar un grito de combate que lo convirtió en una figura de liderazgo y libertad.
El simbolismo resulta tan contundente que crea un vínculo inmediato con otros momentos icónicos. El primero, el más evidente, es la famosa imagen de Joe Rosenthal del 23 de febrero de 1945, cuando, tras días de combates intensos, seis marines estadounidenses izaron la bandera en la cumbre de Iwo Jima. En aquella batalla perdieron la vida miles y resultaron heridos muchos más, pero aquella foto impulsó una moral de victoria que se volvió un modelo de resistencia. Aunque ninguna situación actual puede ser comparable con ese hito de la Segunda Guerra Mundial, está claro que la imagen de Vucci con Trump levantando el puño, rodeado de agentes, evoca un paralelismo emocional de gran potencia: una fotografía que se multiplica, foto sobre foto. Y junto a ella, todo lo que significa: resistencia, determinación, coraje, triunfo y patriotismo. Todo ello a corta distancia del Mount Rushmore National Memorial, donde las grandes esculturas de Washington, Lincoln y otros presidentes estadounidenses se alzan en las Black Hills.
Si la conexión entre las dos instantáneas icónicas posee una fuerza tan extraordinaria, no es menos poderosa la instrucción de aquel grito desaliñado de Trump, con la sangre en el rostro y apenas voz, pero elevado por encima de las circunstancias. Aquí también se establece una conexión histórica casi inmediata, con el famoso discurso de Churchill en la Cámara de los Comunes el 4 de junio de 1940, cuando en uno de los momentos más oscuros para Gran Bretaña lanzó: lucharemos, lucharemos, lucharemos. “Lucharemos en las playas, lucharemos en los desembarcos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, y nunca nos rendiremos”. Aunque las diferencias entre Churchill de 1940 y el Trump de 2024 son evidentes, el hecho es que el impulso emocional de los ciudadanos se activa sin demora. Trump logró, en apenas segundos, conectar con dos recuerdos grabados en la memoria colectiva y, en ambos casos, transmitir un mensaje que la política valora como un diamante: resistencia, patriotismo, libertad.
Y todo esto ocurre a apenas 24 horas del inicio de la convención nacional republicana en Milwaukee, donde se espera su nominación. No llega solo como candidato, sino como parte de una lista que ha visto a varios de sus miembros sufrir atentados, y algunos pagar con la vida. En ese contexto, lo que se percibe es una fortaleza que contrasta con la debilitación de su rival, Biden. Aunque existen similitudes en sus edades, la lectura dominante es que Trump aparece como prácticamente inalcanzable, mientras que Biden parece haber entrado en un estado de agotamiento.
Después de la convención, puede discutirse con más detalle sus políticas, su estilo y otros temas, pero más allá del choque ideológico hay un hecho claro: Trump es un político de alto calibre. Biden podría perder por mostrar debilidad física, aun cuando su persistencia en la campaña subraye su situación. En tiempos de incertidumbre, la resistencia se convierte en un valor valioso que algunos observadores amplían como señal de liderazgo efectivo.