Lo que demuestra Sahra Wagenknecht es que no se amedrenta ante los ataques. Lo evidenció en 2016 cuando un militante antifascista le dejó una tarta de chocolate en la cara durante un congreso de su antiguo partido, La Izquierda. Y volvió a ocurrir esta semana cuando otro hombre arrojó pintura roja a pocos metros del escenario de su mitin en Erfurt, la capital de Turingia. Tras el tartazo, regresó a la sala luciendo un traje impecable, y ante el lanzamiento de pintura afirmó que no tolerará intimidación alguna.
Aún hoy, los carteles del movimiento llevan el lema “Sahra kommt” (Viene Sahra) y anuncian la formación de Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). El partido se formalizó en enero de este año, tras separarse de La Izquierda. Su programa se resume en la consigna “Sensatez y justicia”.
Apenas ocho meses después de su fundación, la BSW ya se perfila como un actor clave para articular mayorías, especialmente en el este de Alemania, donde se celebran elecciones regionales este septiembre. El próximo domingo debutará en Sajonia y Turingia, y luego seguirán Brandeburgo, el estado que rodea Berlín, el 22 de septiembre.
Las encuestas sitúan a la BSW entre el 18% en Turingia y el 12% en Sajonia. En contraste, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) podría liderar al menos en Turingia con más del 30%. Si ese escenario se concreta, el resto de las fuerzas democráticas deberá negociar con Wagenknecht una alianza multicolor para lograr una mayoría capaz de frenar a la AfD o asistir a su primer gobierno regional en un Land.
Con Wagenknecht no será sencillo ni para la CDU ni para los socialdemócratas de Olaf Scholz. La BSW propone negociar con Vladímir Putin una salida pacífica para Ucrania y la interrupción de suministros de armas a Kiev. Se trata de un giro en política exterior que Berlín no contempla, pero que, según encuestas, podría contar con el respaldo de casi la mitad de los habitantes del este, territorio históricamente ligado a la antigua RDA. Tanto la AfD como la BSW se presentan en campaña como pacifistas, aunque están rodeadas de sospechas por posibles violaciones de financiación, tramas de espionaje y campañas de desinformación con la participación de Moscú.
A nivel nacional, la BSW no ha logrado aún un respaldo amplio. En las elecciones europeas pasadas obtuvo alrededor del 6%, y su proyección para unas elecciones generales sitúa el respaldo en torno al 8%. Si su participación se volviera decisiva para formar mayorías a nivel nacional, podrían surgir serios conflictos en la política exterior.
“Crecí con miedo a una guerra atómica. Hoy ese temor reaparece”, señaló Wagenknecht desde Jena, su ciudad natal en Turingia. Las intenciones de la OTAN de desplegar misiles de largo alcance en territorio alemán y la posible respuesta de Moscú alimentan ese miedo. Putin desencadenó la guerra, pero Occidente también tiene parte de culpa, afirmó.
Dos rupturas, una dentro del propio movimiento y otra con Lafontaine
Wagenknecht, de 55 años, es hija de una alemana y de un padre iraní que desapareció tras un viaje a Teherán cuando ella tenía tres años. Creció en la Alemania del Este y ha pasado más de treinta años en política. Primero representó una izquierda que debía reconciliar orígenes con reformas en la posunificación. Hace un año abandonó La Izquierda por considerar que su discurso sobre la guerra en Ucrania era débil. Previamente, había chocado con su propio partido en materia de asilo, defendiendo frenar la migración irregular y expulsar a refugiados rechazados. Su postura migratoria dura y su perfil prorruso acercan a la BSW a la AfD. Aun así, Wagenknecht sostiene que no hay sitio para neonazis en su movimiento.
Es la líder indiscutible de la BSW, pero detrás de ella hay otra figura que ha marcado la política alemana durante décadas: Oskar Lafontaine, su pareja desde 2012 y esposo desde 2014. Lafontaine ha tenido una vida política turbulenta, con ataques y conflictos, incluida una acometida en el cuello a una mujer durante un mitin en 1990. En 1999 renunció como líder del Partido Socialdemócrata y como ministro de Finanzas en protesta por la deriva centrista de su entonces aliado, Gerhard Schröder. Fundó La Izquierda al desviarse de la corriente principal poscomunista del este. Su segunda ruptura es la que comparte ahora con su mujer, aunque por ahora figura en un segundo plano.
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