Economía en pausa: costos de vida y elecciones

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Un crecimiento de 2,7% en el último año sorprende a muchos, con la inflación y el desempleo bajo control en torno a 2,4% y 4,1% respectivamente. Los salarios, en muchos casos, han subido nominalmente más que la subida de los precios, y la Reserva Federal ha iniciado un ciclo de recortes de tasas. El esperado aterrizaje suave, que evitó una recesión, marca la trayectoria de la economía de Estados Unidos, una recuperación que pocos buscan igualar entre las economías avanzadas. En estas elecciones, la realidad económica parece distinta a lo que dicen Kamala Harris y Donald Trump en sus relatos de campaña.

La desconexión entre los datos macroeconómicos y la experiencia cotidiana de la gente es notable. En sondeos y al conversar con votantes, independientemente de su afiliación, la sensación dominante es que la economía no va bien. Más del 60% de la población percibe que la economía va mal o no avanza, según una encuesta reciente del The Wall Street Journal. Hoy el eje del mensaje público se acerca más al costo de la vida que al lema histórico de la campaña económica.

El propio Trump sabe esto. Aunque centró su campaña en la inmigración, sus mítines suelen arrancar con la pregunta que hizo célebre Ronald Reagan en un debate en 1980: ¿Están mejor que hace cuatro años? La respuesta de su base siempre es un rotundo no, y esa idea resuena entre más de la mitad de los estadounidenses.

Desigualdad y erosión de la clase media

En un país donde la clase media se ve desdibujada, los refugios para personas sin vivienda acogen a cada vez más gente que tiene empleo o que depende de una economía de minimalismo. Los bancos de comida no dan abasto. Acceder a una vivienda asequible se ha convertido en un reto crónico, y la nación, cargada de desigualdad, golpea con mayor dureza a quienes ganan menos y a las minorías.

Aunque la inflación que tocó picos por encima del 9% ha cedido y algunos salarios han subido nominalmente, no ha habido deflación y los precios altos, que han aumentado alrededor del 22% en cuatro años, persisten como una herida. Lo que los hogares llevan a casa tras pagar impuestos también ha caído. Es común escuchar a ciudadanos decir que lo que podían comprar por 60 dólares ahora cuesta más de 100, o que todo está excesivamente caro, desde la luz y el gas hasta los seguros médicos y los alquileres.

Sabrina, una mujer negra que cría a dos hijos en Michigan, representa esa realidad. Trabaja 40 horas semanales en Cleveland Cliffs, una acerera en Dearborn, con un salario que parece decente y prestaciones. Aun así, cuenta que no llega, y para complementar sus ingresos conduce un Uber. “Yo lo paso mal y hay quienes están mucho peor”, afirma.

Crisis de vivienda

Sabrina compró su casa en 2022, confiando en la promesa de 10.000 dólares de ayuda que prometió Biden, pero asegura que nunca llegó. No cree poder beneficiarse de las promesas de Harris de entregar 25.000 dólares para la primera vivienda, un eje central de su programa económico que, reconoce, la crisis de accesibilidad se agrava especialmente en Nevada y en los seis estados bisagra donde desde 2020 los costos hipotecarios se han duplicado.

Sabrina no oculta su frustración y afirma que los políticos siempre dicen lo que harán y nunca se materializa. Aun así, planea votar por Harris, a quien considera el menor de dos males. Pero entre sus colegas de fábrica y del sindicato, sobre todo blancos, muchos votarán por Trump. Dicen que ganaban más cuando Trump era presidente, una creencia que les gusta creer, aunque no sea verdad, comenta.

Los planes

Cuando Barack Obama aparece en mítines para apoyar a Harris, recuerda que si Trump puede presumir de una economía en buen estado, fue porque recibió una herencia de la economía previa a la pandemia. The Wall Street Journal señalaba esta semana que el crecimiento y su calidad podrían permitir que quien asuma el mandato llegue con el viento a favor. Esas previsiones contrastan con el mensaje de Trump, quien se apoya en datos recientes de creación de empleo con cifras flojas y sin considerar impactos de huracanes o huelgas. Promete no solo prorrogar sino ampliar los recortes de impuestos aprobados en 2017, que expiran a principios del año siguiente.

Muchos economistas advierten que el plan de Trump, que incluye recortes de regulaciones, aranceles generalizados y una deportación masiva de inmigrantes, no solo frenaría el crecimiento de la productividad sino que podría volver a impulsar la inflación.

Bidenomics

No está claro, porque no hay demasiados detalles, qué impacto tendrían las propuestas de Harris, que también ha planteado subir impuestos para corporaciones y las rentas más altas, pero deja sin respuesta importantes preguntas sobre el déficit o la inflación. Lo que sí es seguro es que la vicepresidenta ha centrado su mensaje en una economía de la oportunidad, más que en grandes logros de la Administración de Biden y sus llamados Bidenomics, tal vez porque los cambios estructurales se notarán a largo plazo.

No quiere decir que Harris no haya respaldado esas políticas de Biden, que incluyen la inversión de 1,2 billones de dólares de la Ley de Infraestructura; 369.000 millones en créditos y subsidios que la Ley de Reducción de la Inflación destina a empresas y consumidores para invertir en energías renovables, vehículos eléctricos y tecnologías de bajas emisiones, así como 52.000 millones que la Ley CHIPS y Ciencia invertirá para promover la fabricación de semiconductores.

El gran favor a la demócrata llega a esta recta final de la campaña cuando el republicano Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, afirma que si toman el control del Congreso podrían tumbar esa normativa. Incluso candidatos conservadores en lugares favorecidos por dichas inversiones mostraron inquietud. Johnson se vio obligado a matizar que no hablaba de derogar la ley sino de modificarla.

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