Five days before Salman Rushdie faced the fatwa that would change their lives in February 1989, Marianne Wiggins announced to the novelist that the relationship was not working and that she intended to end it. When the news broke, she stood by him, locked themselves in a tiny apartment, and years later the divorce would finally become official.
Casi al mismo tiempo de la publicación de ‘Los versos satánicos’, que desató la amenaza de muerte, apareció una de las novelas más destacadas de la autora, John Dollar. Aunque no pudo promocionarla en persona, algunas librerías promovieron su venta con un eslogan desafortunado. La trayectoria de Wiggins, ya consolidada, se vería afectada, pero siguió escribiendo. Sus novelas no se parecían a las ficciones mágico-maravillosas de su ex, y su carrera no se detuvo por aquel episodio.
En 2003, la novela Evidence of Things Unseen fue nominada al Pulitzer. Actualmente figura en Las propiedades de la sed, publicada por Libros del Asteroide, dentro de una serie de experiencias desafortunadas que marcaron su vida y que ha ido superando con determinación. Durante el proceso de escritura, le faltaron unos capítulos y sufrió un derrame cerebral que la dejó en una silla de ruedas, sin impedirle completar la obra.
Agua para Los Ángeles
Las propiedades de la sed reúne un mosaico de personajes memorables y describe el desvío de las aguas de un río en Manzanar, California, para abastecer a la ciudad de Los Ángeles antes de la Segunda Guerra Mundial. También muestra cómo ese lugar se convirtió en un campamento de internamiento de ciudadanos de origen japonés tras el ataque a Pearl Harbor. Todo ello se cuenta con un lenguaje elegante y poético, en un tono que recuerda a clásicos estadounidenses.
Aunque no se propuso imitar a Steinbeck, la autora reconoce que ese escritor fue una influencia afectuosa para la representación de la topografía californiana. Es la primera figura que le viene a la mente al pensar en autores de California. El refugio de la autora en Estados Unidos, junto a Lara Porzar, hija de su primer matrimonio, y su editor David Ulin, fue clave para terminar el libro. Lara también sirve de transcripción para las palabras de la autora en una entrevista realizada por escrito.
Lo que resulta sorprendente es la capacidad de estructurar una novela tan compleja pese a los obstáculos. El resultado parece casi milagroso. “Nunca empiezo a escribir sin saber el final; luego avanzo hasta alcanzarlo”, explica la autora. Durante el derrame cerebral, había tres o cuatro capítulos por completar. Con la ayuda de Lara y David Ulin se logró la mitad de lo previsto. La experiencia ha cambiado la manera de concebir la escritura, que dejó de ser un proceso solamente solitario para incorporar comunicación y colaboración con su equipo creativo.
Lo que no se concluyó no altera la trama principal. Wiggins deseaba seguir a uno de los personajes, Schiff, un judío encargado de dirigir un campo de internamiento y que termina formando parte de la redacción de la constitución japonesa. No fue posible, pues se requería una investigación específica y la salud ya no acompañaba. Aun así, la narración mantiene su fuerza y cohesión.
Un vacío interesado
El tema de los campos de internamiento de estadounidenses de origen japonés, que afectó a 120.000 personas y a sus familias, ha sido una cuestión dolorosa que a menudo se ha ocultado. Se menciona en la cultura popular a través de referencias discretas en obras y cine, pero la autora señala que la literatura estadounidense tiende a evitar los crímenes éticos de su propio siglo XX. En contraste, su novela trae a primer plano la memoria histórica y la ecología, recordando la visión de Thoreau y su conexión con la naturaleza. Visitó Manzanar, ahora parque nacional, y sintió que esa historia debía ocupar un lugar central en la conciencia de los lectores modernos porque gran parte de la historia nacional se pierde en el presente.
Wiggins no se rinde. Ha enfrentado numerosos obstáculos y los ha superado con determinación. Cree que su libro nace de una idea repetida a lo largo de la novela, esa creencia de que no se puede salvar lo que no se ama. “El amor salvó esta novela”, responde la autora, y es su hija quien transcribe sus palabras para esta entrevista.