Tras haber formado parte de la terna finalista en el Benidorm Fest 2024, Angy Fernández, nacida en Palma de Mallorca en 1990, sorprende al público con su primer libro como escritora: Bonito desastre. El volumen recorre su vida desde que dio sus primeros pasos en el show business con apenas quince años. No se limita a detallar su paso por Factor X, su trayectoria en la serie Física o Química, su trabajo en la obra La llamada ni su triunfo en la primera edición de Tu cara me suena; también aborda con honestidad las luchas contra la depresión, la ansiedad y los miedos que la han acompañado a lo largo de los años.
Con 34 años, surge la pregunta de si es temprano para estas memorias, pero el libro propone la idea contraria: la juventud de Angy ha convivido con una madurez acelerada, y ella admite haber vivido una adolescencia poco convencional que, a veces, le hizo sentir que ha experimentado más que otros de su edad.
Comenzó su carrera muy joven, sin tiempo para tender una raíz sólida de adultez. Angy siente que la fama le dio una madurez prematura y reconoce que, quizás, ha vivido experiencias y responsabilidades propias de alguien mayor antes de lo debido.
¿Fue difícil escribir este libro? Sí, lo fue, porque aborda momentos íntimos: relaciones sentimentales, la prematura pérdida de su padre y poemas en su memoria. Aun así, la autora ha mostrado que el proceso también fue terapéutico, y que en ciertas fases tuvo que recortar partes del relato para evitar exponer demasiado lo personal, en un intento de equilibrar la honestidad con la protección de su intimidad.
La escritura ha tenido un efecto sanador. Le ha permitido reconocer errores, entender sus propias respuestas y comprender por qué ciertos dolores le afectan de manera distinta a otros. Ha admitido que, durante demasiado tiempo, dio prioridad a sus parejas por encima de sí misma, un patrón que reconoce no haber sido beneficioso. Al final, aprendió que es más sensato anteponerse a uno mismo cuando es necesario.
Bonito desastre es, para ella, una descripción de su cabeza. Reconoce ser adicta al drama y admite que, a veces, esa visión de sí misma no resulta halagadora. Pero sostiene que incluso en el caos pueden abrirse puertas. El título simboliza la vida en su conjunto: hermosa, pero inestable en momentos, con caídas que también dejan ver oportunidades.
En las páginas del libro se señala que salir ante las cámaras tiene un precio. A esa edad no estaba preparada para tanta exposición; el dinero, el reconocimiento y la vigilancia constante de la audiencia pueden desbordar a cualquiera. La autora también describe la sensación de ser observada en cada paso y cómo eso puede afectar la salud mental si no hay un soporte adecuado.
Angy reflexiona que no todos los jóvenes que entran tempranamente en el mundo del espectáculo salen intactos. El mundo de la televisión es seductor y puede erosionar la autoestima si no se está mentalmente preparado. Sostiene que sería prudente que quien se hace famoso a edad temprana cuente con acompañamiento psicológico y con un terapeuta que aporte una mirada realista para no perder el equilibrio.
¿La terapia le salvó en momentos difíciles? Por supuesto. Le ha ayudado a reconocer errores, a entender por qué actúa como lo hace y por qué ciertos dolores le duelen más que a otras personas. La depresión dejó una huella, y la terapia ofrece herramientas para convivir con esas emociones, incluso cuando resulta difícil encontrar al profesional adecuado.
¿Cuál es el precio de participar en la televisión? Angy habla de la inestabilidad. A veces un proyecto que parece definitivo termina pudiéndose convertir en una pausa repentina; eso puede afectar la salud mental. Aun así, la artista no negaría su vida tal como es: si se le presentara una oportunidad distinta, seguiría el camino que ha elegido, sin arrepentimientos.
En el libro llega a sorprender que, durante tres años, apenas cuatro directores de casting la vieron. No se presenta como una víctima, sino como alguien que intenta entender por qué no ha logrado ciertas oportunidades, a pesar de mantener un esfuerzo sostenido y de buscar con constancia nuevos caminos en la industria.
No se arrepiente de haber participado en Tu cara me suena, pero admite que quizá, en otro momento, podría haber encontrado un lugar diferente en la pantalla. Cree que la fama no debe encasillar y que uno debe poder perseguir múltiples horizontes sin perder la esencia personal. A veces, la vida exige flexibilidad y la capacidad de reinventarse, y Angy ha aprendido a abrazar esa realidad sin abandonar su autenticidad.
¿Ha sentido alguna vez que debería ser más cauta al hablar de su depresión por miedo a afectar su carrera? Esa duda persiste, incluso hoy. Contar su vida le ha permitido conectar con personas que han encontrado consuelo o utilidad en su testimonio, pero también ha implicado cuestionamientos sobre si tales revelaciones podrían cerrar ciertas puertas.
La autora admite que la decisión de abrirse en público no fue fácil. Aun así, sostiene que la experiencia ha servido para mostrar que la vida no solo se ve en las redes, donde a menudo se exhibe lo mejor. Entre lo bueno y lo malo, la vida se despliega, y ella ha elegido contar esa realidad con la esperanza de aportar honestidad y empatía.
Actualmente, el remake de Física o Química se ha gestado sin su participación ni la de sus antiguos compañeros. No hubo cameos, pero Angy lo toma como una evolución natural; la historia continúa y otros proyectos ocupan su atención. Le desea al elenco y a la nueva versión un gran recibimiento, y reconoce que cada etapa de su trayectoria ha contribuido a su crecimiento personal y profesional.
En resumen, Bonito desastre no es solo un recuento de logros y caídas. Es una invitación a entender que crecer en la esfera pública no excluye la necesidad de cuidar la salud mental, buscar ayuda cuando es necesario y seguir explorando nuevos caminos con valentía. Angy Fernández presenta una vida que, a pesar de su belleza, también contiene momentos de caos, y esa honestidad es, para ella, la clave para vivir con integridad y coraje.