Katy Perry ha hecho historia y no por sus discos: ha sido una de las seis pasajeras que ha formado parte del primer vuelo íntegramente formado por mujeres que viaja al espacio en un cohete turístico. El lanzamiento ha sido un éxito, si entendemos por éxito que han subido y bajado de esos 100 kilómetros de altura que se necesitan para apreciar la ingravidez. Ha durado lo que tres canciones, en sus palabras, y bajó hablando maravillas de la experiencia. Con ella, en el cohete privado de Blue Origin, viajaba la pareja del multimillonario Jeff Bezos, Lauren Sánchez, y otras mujeres referentes de la lucha por la representación femenina en distintos campos. Aisha Bowe, que además de empresaria tecnológica, es ingeniera aeroespacial y una de las mujeres afrodescendientes más prestigiosas en el universo STEM.
Keryanne Flynn, productora de cine independiente y que cuenta en su trayectoria con una película centrada en la desigualdad de género en la industria del cine y otra de tipo biográfico sobre Lilly Ledbetter, una de las abogadas que más ha aportado con su activismo en la lucha norteamericana contra la brecha salarial entre mujeres y hombres. Amanda Nguyen, astronauta comercial, que hizo de una violación que sufrió en la universidad una causa para reivindicar la impunidad de las mujeres ante las agresiones sexuales. También Gayle King, una presentadora televisiva célebre en el país que ha rebasado los setenta años de edad, todo un logro contra el edadismo. Bien por todas ellas y lo que supone ver a mujeres haciendo historia como altavoz para sus reivindicaciones.
No tan bien, en cambio, que este vuelo que promociona una actividad al alcance de millonarios y de dudosa sostenibilidad pueda llegar a eclipsar la preocupante situación que vive un proyecto de la NASA como es Artemis, ideado y desarrollado para empujar la igualdad real de las mujeres en la carrera espacial y que pretendía llevar por primera vez mujeres a la Luna, un destino que les ha sido aún vetado. La misión que trabajaba a marchas forzadas para hacer realidad este sueño, y que incluye una tripulación formada por mujeres y expertas en distintas disciplinas científicas, ha sufrido un parón con la llegada de Trump al poder y el despliegue de sus medidas contrarias a la inclusión. La NASA ha retirado hace apenas una semana las referencias en su página web a que una mujer y un hombre afroamericano pisen la Luna antes de 2030, como estaba planeado.
En la reciente «Orbital», el canto de amor en forma de novela de Samantha Harvey hacia la humanidad desde la óptica de la Estación Espacial Internacional, una de las protagonistas, al saber que su madre ha fallecido estando ella en el espacio, recuerda una fotografía que le envió del día que el hombre pisó la Luna, en 1969, y donde sonríe a la cámara de forma enigmática. Esa foto estimuló su carrera de astronauta. ¿Qué quería decir? Quizá que aún no ha pisado una mujer la Luna. 12 hombres ya lo han hecho. Pero antes de que llegue otra mujer, parece que la superpotencia ha reorientado sus prioridades a Marte y sin mujeres. La misión Artemis sí sería un paso de gigante para la igualdad.
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Source: Informacion

Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.