Que las mujeres estamos «pagadas», que conseguimos trabajo por ponernos «de rodillas» o a «cuatro patas» o los clásicos «puta» y «zorra». Ser mujer tiene que, cuando nos quieren juzgar profesionalmente, no señalen nuestra capacidad sino nuestra sexualidad. Esta semana se ha hablado de los insultos a la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría. Todo por un hipotético escándalo en un parador por Ábalos, publicado en un medio pero desmentido por fuentes oficiales.
Desde lo de Ábalos, la tendencia mediática es buscar mujeres del PSOE para que respondan por el que hizo o no hizo un hombre, el exministro. No van a otros miembros del partido o del Gobierno. Van a ellas. El caso es que esto podría haber sido un intento para hacer algo más que no se quede en un cruce de declaraciones tipo: «condenamos esas expresiones». Porque tras eso, se vuelve a insultar o a hacer juegos de palabras cuestionables. Alegría no es la única. Casi todas las mujeres políticas han padecido estos insultos sexistas; aún más cuando han sido ministras de Igualdad, desde la primera hasta la última.
Nos pueden insultar sin más porque no hay legislación ni protocolos que lo impidan. Es más, cuando a ellos los insultan también nos mencionan a las mujeres, que el «hijo de puta» no existe en versión masculina. Si las políticas, con gran exposición pública, padecen estos insultos, imaginen lo que padecemos el resto en redes sociales y cómo estamos desprotegidas. E imaginen, como a una servidora, cuando viene un tipo de estos a una firma de libros solo para insultarte en persona y perseguirte, más allá de redes. Es lo que tiene el insulto, que nos deshumaniza a las mujeres, por hombres que nos odian y nos acosan, mientras nadie para esta escalada.
Que levante la mano la mujer a la que no le han dicho puta o insultado alguna vez. Y ojo, puta con desprecio e inquina, que aunque luego nos cuenten que la prostitución nos «empodera», ¿a que nunca sucede así? Resulta curioso cómo nos venden la moto de que si somos capaces de resignificar el insulto, nos dará fortaleza. Menudo cuento. Estamos en el país donde puta es un insulto, pero no que los hombres compren mujeres. Y estamos en el país donde nos vendieron el cuento de que cantar «zorra» nos daba poder, cuando «zorra» es el insulto que más aparece en las sentencias de violencia de género. Pero si no compramos ese mensaje ya saben, no somos tan modernas.
Insultos también ha recibido la valentía de Laura Escanes tras confesar un aborto con veinte años, mientras había asistido hace años a un programa con Jesús Calleja. Ella regresó a ese programa y lo contó después de que Calleja dijera recordarla, en aquella ocasión, como alguien «distante». Claro, cómo no serlo en ese momento. Y, si me dejan usar expresiones de esta Semana Santa, yo pensaba cuántas veces nos ven y sacarán conclusiones de nosotras sin saber que podemos tener desde un aborto, a una regla dolorosa o un embarazo complicado. Que nos juzgan sin saber la procesión y la cruz que, a veces, llevamos dentro por ser mujeres.
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Source: Informacion

Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.