Donald Trump no ha debido tener la suerte de conocer a la Bruja Avería y a los electroduendes, pero hay rastros en su gobierno de que ese ha sido el núcleo irradiador, que decía aquel político ahora escondido, que guía sus decisiones. Igual el vicepresidente J.D. Vance, hombre más mediático si cabe, con su película en Netflix, su best seller de éxito, estuvo más atento y ahora destila odio contra la enseñanza, los profesores y las universidades; son el enemigo. El ataque contra el conocimiento o el pensamiento crítico no se queda en retórica, sino que utilizan el medio que mejor conocen, el chantaje, o poder y dinero unidos, que es lo mismo.
Trump ha recortado fondos federales a las universidades de la Ivy League, las ocho con mayor excelencia académica, selectividad de admisiones y elitismo social. El paradigma del modelo americano neoliberal pero que promovían contenidos considerados inapropiados, por él, como medida de todas las cosas, como la teoría crítica de la raza y temas relacionados con la identidad de género. El impacto de estos recortes no solo afectará la investigación científica (querrán hacer América Great Again sin tecnología ni ciencia), sino también a la libertad académica y la capacidad de las universidades para operar de manera independiente. Aunque universidades con grandes fondos, como Harvard, han resistido a ceder ante estos recortes, otras como Columbia han sucumbido para recuperar los 400 millones en fondos federales.
Las protestas universitarias se convirtieron desde el inicio en una de las pocas respuestas a las políticas de Trump, y la disidencia nunca fue bien vista en los regímenes nacionalpopulistas. Lo vimos en Hungría bajo el gobierno de Orbán, con cambios en el liderazgo y la gobernanza de las instituciones académicas, o con las protestas y paros estudiantiles de la UNAM en México este mismo mes de abril, de una comunidad ya cansada de los ataques del antiguo presidente López Obrador, que eliminó la principal organización de investigación del país y atacó a la educación superior por considerarla elitista.
Las protestas y la resistencia de las instituciones académicas muestran la importancia de la autonomía y la libertad de expresión en la educación superior, y el germen lo tenemos aquí en la capital del país. La historia muestra que la educación superior puede transformarse políticamente en poco tiempo y si se mezclan, casi siempre es en la dirección errónea. La politización no es nueva, pero ahora se está moviendo rápidamente desde los márgenes hacia el centro de la educación superior global y pretende controlar las mentes y así es más fácil controlar el mundo.
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Source: Informacion

Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.