El otro día escuché un genial podcast que me hizo caer en la cuenta de la cantidad de princesas de Disney que no tienen madres y pensé en el impacto que eso tiene en sus historias. Blancanieves, La Cenicienta, Ariel, Bella, Jasmine, Pocahontas, Elsa y Anna, son algunas de las más famosas, cuyas progenitoras no aparecen en el cuento, y es más, en algunos casos, ni se les menciona.
Pero es que además, el resto del «elenco» de sus tramas son mujeres hostiles y a veces perversas: madrastas, hermanastras, brujas o antagonistas, cuyo cometido no es otro que intentar evitar por todos los medios que la protagonista, que de tan buena y por contraste, a veces parece hasta tonta, logre ser feliz.
Afortunadamente eso está cambiando y las mujeres han dejado de ser las malas del cuento. En muchas producciones infantiles, las nuevas princesas cuentan con entornos femeninos más positivos. Y es toda una revolución que, además, se ha trasladado a otras edades. Quizás por eso muchas heroínas de hoy viven historias de amor que van mucho más allá del final feliz con el «príncipe», que llega a convertirse incluso en personaje secundario.
Ficciones como la exitosa Valeria, la divertida Envidiosa o la clásica Sexo en Nueva York son claros ejemplos de cómo muchas veces las amigas pueden ser nuestras verdaderas «medias naranjas». Las que nos salvan, nos escuchan, nos aconsejan y ríen y lloran con nosotras cuando más falta nos hace.
Ya era hora de que quedara reflejado que nosotras también necesitamos compañeras de aventuras. Porque hasta hace no tanto eran sólo los héroes masculinos los que contaban desde siempre con un compañero fiel, un escudero o un «sidekick» que les asistía, les admiraba y ayudaba a reforzar su casi siempre sobrada autoestima.
Era una cuestión de tiempo y de justicia que los creadores de ficción se dieran cuenta de que nosotras nos podemos beneficiar también de esa dinámica, quizás inspirados por la realidad. Porque en los últimos años la sororidad y la solidaridad entre nosotras ha sido crucial para contrarrestar el peso de un sistema cuya inercia todavía inclina la balanza irremediablemente y por defecto hacia lo masculino.
En momentos trascendentes y decisivos las mujeres han dado un paso al frente y cambiado la narrativa de forma contundente, apoyándose las unas a las otras. Con hitos cruciales como el «Yo sí te creo», como reacción al caso de la Manada, o el «Se Acabó», al de Rubiales. Y estos giro de guión definitivos e inesperados ha cambiado radicalmente dinámicas rancias y estereotipos planos.
El «penúltimo» capítulo ha sido la repulsa masiva a la decisión del TSJC de absolver al futbolista Dani Alves del delito de agresión sexual al considerar que había «falta de fiabilidad en el testimonio de la denunciante». Desde que se conociera la noticia la semana pasada, una poderosa corriente femenina, con nombres propios, pero también miles de anónimos, ha mostrado su repulsa, haciéndole saber a la víctima, revictimizada una vez más con este nuevo giro judicial, que no está sola.
Las mujeres, al menos una gran mayoría, sostienen y alientan a otras mujeres. No las cuestionan desde el minuto uno, no les preguntan qué llevaban puesto cuando sucedió el ataque, ni si incitaron o pudieron provocar a su agresor, ni si dijeron que no, pero en realidad quería decir sí, entre otras cosas, porque para preguntar todas estas sandeces ya están algunos jueces, al parecer.
Y me gusta pensar que es precisamente esa red de apoyo incondicional la que les da el valor a muchas de ellas para seguir denunciando, pese a que la tendencia, como se ha visto en el caso de Alves, el de Iñigo Errejón, o en el de la Manada, sea la de analizar y diseccionar a la víctima y no al que comete el abuso o la violación.
De manera que aunque desgraciadamente, mucho más a menudo de lo que nos gustaría, los príncipes se convierten en rana al más puro estilo Anora, y las protagonistas del cuento aparecen tiradas en cunetas como muñecas rotas, al menos es reconfortante saber que ya no están solas. En los guiones y también en la realidad, cada vez hay más sitio para las mamás, para las abuelas, para las hermanas, para las tías, las primas, las madrinas y las amigas que te escuchan sin juzgarte, que te creen y que te dicen eso de que la vergüenza tiene que cambiar de bando. Y con eso ya ha mejorado radicalmente el cuento.
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Source: Informacion

Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.