En la mayor parte de los países en vías de desarrollo, hay una marcada feminización de la pobreza; curiosamente, se trata de lugares en los que la mujer es el pilar fundamental de la sociedad y, sin embargo, es la más afectada por la falta de recursos en todos los órdenes, desde la alimentación básica, al acceso a los productos sanitarios y a la atención médica en caso de enfermedad.
Acabo de llegar de Benín y he visto ese rostro femenino de la pobreza en el norte, una parte del país más pobre en general, que vive de la agricultura y la ganadería y donde la malnutrición infantil hace estragos entre los niños y niñas que sufren el kwashioskor (estado avanzado de falta de nutrientes, sobre todo proteínas), que impide el crecimiento y el desarrollo normal, una enfermedad de esas que, como médica, sabes que existe, has oído hablar de ella y la has estudiado, pero que cuando te encuentras de frente con sus víctimas, te faltan palabras para definirla, más allá de los términos puramente médicos. Este estado de desnutrición extrema, si no provoca la muerte, deja secuelas de por vida, que afectan al desarrollo físico y neurológico del niño. ¿Y qué hay detrás de esta situación cronificada en el tiempo en determinadas regiones? Detrás está la miseria extrema –agravada este año por la sequía que sufre la zona–, la ignorancia orgánica y una estructura social en la que la mujer no tiene ningún valor más que como simple expendedora de niños; el hombre es el que vale. Esa es la realidad que sustenta todo lo que viene después. Las niñas se venden a un hombre (paga por ellas cuatro gallinas y una cabra, más o menos), por una familia que se compromete a dársela (la niña) cuando le venga la regla, y entonces pasará a ser la tercera o cuarta mujer, con el único fin de tener hijos, pero sin mayor compromiso sobre su sustento, ya que el hombre es el primero que come lo que la mujer/niña puede preparar con los escasos recursos que tiene, y si la comida –el ñame o el arroz– lleva algo de carne, el hombre come la carne y todo lo demás que le apetezca, y el resto queda para la mujer y los hijos, por lo que es fácil comprender de donde viene la malnutrición en los niños y en las propias mujeres, la mayoría de ellas jóvenes adolescentes de catorce, quince o dieciséis años, que acarrean críos famélicos encima de sus adelgazados cuerpos.
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Otro aspecto que también feminiza la pobreza es la dificultad de acceso a los recursos sanitarios básicos que necesitan las mujeres por su especial fisiología. Una chica, cuando tiene la menstruación, no dispone de compresas o paños higiénicos, lo que la coloca en una posición de vulnerabilidad y marginalidad por algo que compete a la fisiología femenina, y si la niña tiene la suerte de ir a un colegio, esos días se queda en casa, para no sufrir burlas o dejar en evidencia que está con la regla, algo que sigue siendo un tabú en muchos de estos contextos.
En el caso de que una mujer necesite atención médica, ya sea porque está embarazada o porque padezca algún tipo de enfermedad, debe pedir permiso al marido y éste será quien decida si puede o no ir al médico; por tanto, está sometida a la voluntad del varón, que es quien puede decidir sobre su salud y, en definitiva, sobre su vida.
Y lo que resulta sorprendente y curioso es que la mujer es el sustento de toda la familia, es quien lucha por la supervivencia de sus hijos, la que cultiva la tierra y vende en los mercados, la que busca los medios para procurar la comida y tiene más conciencia de que la educación es una herramienta para el cambio…, pero está invisibilizada y, en muchos casos, anulada, por un hombre que le cubre la cabeza desde los primeros meses de vida y la somete a sus deseos, sus pulsiones y sus necesidades.
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Por todo esto, el reto de la cooperación internacional es trabajar con las mujeres y darles oportunidades de formación, para que puedan romper con esas ataduras impuestas por el hombre y salgan del círculo de la pobreza.
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Source: Informacion
Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.