Al principio me temí lo peor. Ver programada Supernova justo después de la gala de los Premios Platino podía ser una broma de muy mal gusto. ¡Supernova, casi nada! La película española más infumable de cuantas figuran en mi ranking particular de mayores pestiños del cine patrio (con el permiso de Cuando el cielo amanezca te seguiré amando, de Pilar Sueiro, que a su lado parece una genialidad).
La confusión tiene su lógica. Es presumible que para equilibrar la gran noche del cine latinoamericano la programación se programase un título procedente de esta amplia región intercontinental. Pero no. Resulta que TVE, que ahora agrupa el cine en noches temáticas, (las de Clint Eastwood y las de acción, por ejemplo) emitió después de la duodécima gala de los Platino una película anglosajona a más no poder. La Supernova que pudimos ver es todo lo opuesto posible a la Supernova dirigida (es un decir) por Juan Miñón en 1992, protagonizada por Marta Sánchez.
Supernova (Reino Unido, 2020) es un alarde de buen gusto, una de esas historias sutiles y conmovedoras que deberían ver con la calma necesaria, tras la ingesta de algún alprazolam, algunos de los seres más despreciables que habitan este planeta, y que para colmo llevan las riendas del mundo.
Recuerdo el día que vi en pantalla grande la Supernova con Colin Firth y Stanley Tucci. Dicen los cursis que no hay que llorar cuando se mira al cielo en la noche, porque al hacerlo te pierdes el espectáculo de ver las estrellas. No pude evitar las lágrimas contemplando este alarde de buen gusto e interpretaciones ajustadas como un guante. Pero no pude evitar esgrimir una sonrisa cómplice cuando al acabar su proyección recordé la noche que vi la Supernova de 1992 en el cine Carlos III de la calle San Vicente. Una mala noche la tiene cualquiera.
Source: Informacion

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