Ronronean las aspas y la delicada ascensión vertical aleja las cabezas y los edificios. El dron queda suspendido unos segundos y vira hacia la arboleda que esponja el paisaje suburbial de Héfei, capital provincial de Anhui. La carlinga es austera, apenas una pantalla partida con altímetro, la ruta prefijada, algunos datos ininteligibles y un botón con un teléfono. “Púlsalo si hay problemas”, me han recomendado. El aparato regresa tras una trayectoria circular, se posa con suavidad y callan las aspas. He firmado varios documentos y prometido que no supero los 86 kilos para este viaje al futuro inminente. “Es solo una precaución adicional, pueden cargar con 200 kilos”, me cuenta Michael Nee, al mando de la operación y con el emblema de Superman en la sudadera.
Los ha anunciado la ciencia ficción durante décadas pero se han resistido. Los coches voladores se acercan a China. Concedió en marzo a dos compañías el primer Certificado de Operador Aéreo para drones autónomos con pasajero. EHang Holdings y Hefei Hey Airlines podrán desplegar a partir de junio sus servicios de turismo panorámico en Guangzhou, Shenzhen o Héfei. Ciudades de otras tres provincias ya han pedido sumarse.
Terreno desconocido
Pronto podrán comprarse billetes como se llama a un taxi, avanzó EHang. Es el inicio y en la imaginación está el límite. Los eVTOL (siglas de vehículos eléctricos de despegue y aterrizaje vertical) aliviarán el tráfico, acelerarán la logística o ayudarán en los desastres naturales y emergencias médicas. China camina con prudencia en terreno desconocido. Exige tres certificados e impone estrictas restricciones. Los vuelos serán siempre diurnos y con meteorología benigna, sobre zonas poco pobladas y con rutas preestablecidas. Pero bastarán de tres a cinco años, según los analistas, para que la llamada economía de baja altitud, aquella por debajo de los mil metros, florezca en las principales ciudades chinas.
El aparato probado, el EH216-S de EHang, tiene una velocidad máxima de 130 kilómetros por hora y cubre hasta 30 kilómetros. La compañía enfatiza la seguridad del biplaza para vencer el disculpable miedo al subirse a un aparato tan liviano sin piloto a la vista, casco ni paracaídas. Han volado más de 60.000 veces sin percances en diferentes continentes, sostienen. Cuenta el dron con 16 hélices y 12 baterías independientes. “Hemos detenido hasta seis hélices y aún funciona; sólo necesita seis para aterrizar con éxito. Tu móvil puede apagarse por falta de batería, pero ¿qué posibilidad hay de que se nos apague a la vez a todos?”, inquiere Nee, director del desarrollo de negocios de EHang, rodeado de prensa extranjera. Los trayectos son predeterminados, desde un punto A al B, como de una estación de metro a otra, porque es imaginable el riesgo de una cincuentena volando a su libre albedrío en la misma zona. Son optimizados antes de despegar y serán monitorizados desde un centro que podrá tomar el control anulando el sistema autónomo.
Sorprende el auge del dron cuando el helicóptero, la lógica etapa intermedia, siempre fracasó aquí. Pero China tiene sus propios biorritmos: también ha desaparecido el dinero en metálico sin el trámite de las tarjetas de crédito. “Los helicópteros son mucho más ruidosos, necesitan pilotos e ingenieros y son mucho más caros. Este dron cuesta mucho menos que un Ferrari y cuando empiece la producción en masa no costará más que un Toyota”, relata Nee. De su fábrica de Guangzhou salen unas 700 unidades anuales y pronto abrirán una mayor en Hefei.
Impulso gubernamental
Su éxito está asegurado por el ímpetu gubernamental. La fórmula es conocida: Pekín identifica las industrias del futuro y las estimula. En diciembre calificó la economía de baja altura como un “sector estratégico emergente”. También ha creado una división ‘adhoc’ para formular e implementar planes a largo plazo, ofrecer recomendaciones y coordinar los asuntos más relevantes, según la Comisión de Reforma y Desarrollo Nacional, el cuerpo encargado de las líneas maestras económicas. Este año ya moverá el sector más de 200.000 millones de dólares, según el grupo Hurun, y se espera que el volumen de negocio de 2023 se cuadruplique en 2030.
Un puñado de ‘startups’ chinas especializadas en drones y de fabricantes de coches tradicionales como Xpeng y Geely anhelan un mercado global prometedor. EHang ha abierto en el aeropuerto de Lleida su primer centro de Movilidad Aérea Urbana en Europa y firmado acuerdos de cooperación con el Cuerpo de Policía Nacional, varias universidades y ayuntamientos españoles. Lidiarán con competidores de la talla de Boeing, Airbus o Embraer. La Casa Blanca ya ha prometido batalla. “De la misma forma que Estados Unidos lideró la revolución del automóvil en el pasado siglo, quiero asegurarme de que América, y no China, lidere la de la movilidad aérea”, dijo Trump en campaña electoral. Pero China ya ha tomado una ventaja decisiva mientras Estados Unidos carece de empujes oficiales y padece regulaciones excesivas y presiones lobistas de industrias competidoras.
Se asoma ya el mayor cambio en la movilidad urbana en décadas, largamente soñado por el hombre. No cuesta imaginar drones zumbando en los cielos de China; tampoco a Occidente imponiendo aranceles a sus aparatos como única defensa porque Pekín intuyó antes el futuro y apostó más fuerte por él.
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Source: Informacion

Jackson Ruhl is a tech and sci-fi expert, who writes for “Social Bites”. He brings his readers the latest news and developments from the world of technology and science fiction.