Para aquellos que creen en los milagros e incluso apuestan por la futura santificación de Francisco, la coincidencia en Roma de todos los líderes mundiales y de sus adversarios internos y externos puede ser el momento ideal para que se dé una de esas conjunciones casi imposibles que permita arreglar el mundo. O dejarlo, al menos, un poco más apañado. Ese sí que, de producirse, sería un prodigio que elevaría al papa argentino directamente a los altares. De existir una vida más allá de la muerte sería un acontecimiento que a él le haría feliz. Y al resto de la humanidad, también. Imaginen que en los funerales del papa, los presentes, conmovidos por la muerte del pontífice, decidieran atender sus mensajes, a los que hasta ahora han hecho oídos sordos, y se replantearan sus rivalidades, sus odios, sus desmesuradas ambiciones, y atendieran esas peticiones de acoger con misericordia a los inmigrantes, de proteger el planeta, de no marginar a quienes no piensan, sienten o aman como ellos y que esa actitud les llevara a respetarse y a sellar el fin de las hostilidades. Sí, eso sería un milagro. Pero no sucederá.
Source: Informacion

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