Lo dijo Deng Xiaoping, el arquitecto de las reformas, en una visita a una mina en Mongolia Interior: Oriente Medio tiene petróleo y China tiene metales raros. Más de tres décadas después son el ariete chino en la guerra comercial con Estados Unidos y la probable causa de la creciente flojera de Donald Trump. China puede bajarle la persiana en meses a la primera potencia mundial si estrangula sus exportaciones y los registros aduaneros apuntan a ello.
Los envíos a Estados Unidos se derrumbaron en marzo. De molibdeno y bismuto no salió ni un gramo, el cargamento de barras de tungsteno cayó un 84% y un 44% el de telurio. China incluyó los tijeretazos a sus exportaciones ya en las primeras rondas cruzadas de aranceles. Poco después, con tarifas del 125% a los productos estadounidenses y del 145% a los chinos, desdeñó esa mediática espiral como un simple juego de números y avanzó que pelearía con otras armas. Sus aerolíneas han cancelado ya compras a Boeing y Pekín ha recortado la cuota anual de películas de Hollywood pero los datos aduaneros descubren las tierras raras como su arma favorita.
Intimidación eficaz
Es eficaz e intimidatoria. A diferencia de otras, como la venta de la masiva deuda estadounidense, carece de efectos secundarios. Ya cuando tronaron los cañones de la primera guerra comercial de Trump hubo otra significativa visita a una mina de minerales raros. Fueron Xi Jinping, presidente, y Liu He, jefe de las negociaciones comerciales, a Ganzhou (provincia de Jiangxi) tras el enésimo embate arancelario de Washington. No fue casual que las fotografías ilustraran todas las portadas de la prensa nacional ni que Trump aprobara el día siguiente una dispensa de tres meses a la prohibición de venderle tecnología a Huawei. Entonces, como ahora, China ha exigido unas licencias adicionales para su exportación y, en última instancia, es necesario el consentimiento del Gobierno en cada caso. La argucia legal es el Tratado Internacional de No Proliferación de Armas Nucleares que faculta a sus firmantes a controlar el comercio de “productos de uso dual” (civil y militar).
Se esfuerza con brío Pekín ahora en taparle las grietas al muro. Esta semana se supo que había pedido a Corea del Sur que dejara de exportar cualquier producto a la industria armamentística estadounidense fabricado con sus minerales raros. Las cartas enviadas por el Ministerio de Comercio chino a las empresas, desveló la prensa surcoreana, incluían las advertencias de que les cerrarían el grifo si las ignoraban. Quedarse sin tierras raras, a Corea del Sur o cualquier otro país, provoca sudores fríos.
Metales preciados
Y es que ni el presente ni el futuro se entienden sin ellas. Serán pronto más relevantes que el gas y el petróleo, señalan varios analistas. Por resumirlo: casi todo lo que se enciende y apaga con un interruptor las necesita. Son el praseodimio, el neodimio, el gadolinio, el samario, el holmio… y otros nombres ignotos hasta completar el listado de 17 minerales. Con ellos se fabrican teléfonos o televisores, aviones y coches eléctricos…
Muchos ya han alertado estos días en Estados Unidos de que también dependen de ellas los hospitales para sus resonancias magnéticas o punteros láser en cirugía. Y sin tierras raras no podrá renovar su Ejército los cazas F-35, los misiles Tomahawk o los drones Predator, por hacer la lista corta.
De las tierras raras disfruta China de un cuasi monopolio. Concentra el 61% de su producción y el 92% de su procesado, según la Agencia Internacional de Energía. Entre 2020 y 2023 importó Estados Unidos de China el 70% de sus tierras raras. El cuadro apunta al drama y ya ha advertido su industria tecnológica que vienen problemas muy serios de producción si se alarga la guerra comercial. La semana pasada pidió Trump a su Departamento de Comercio que diera con vías para aumentar el procesamiento nacional de tierras raras pero apenas cuenta con una mina. Atenuar su dependencia de China, en el caso de que lo consiga, le llevará al menos una década. Y mientras tanto, como ya pronosticó el clarividente Deng, China le seguirá castigando ese riñón.
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Source: Informacion

James Sean is a writer for “Social Bites”. He covers a wide range of topics, bringing the latest news and developments to his readers. With a keen sense of what’s important and a passion for writing, James delivers unique and insightful articles that keep his readers informed and engaged.