Lo dice un general jurídico español al mirar vídeos en los que drones cargados con granadas alcanzan a soldados que tratan de huir a la carrera por las praderas, o, ya heridos, intentan guarecerse entre los árboles: “Es difícil aceptar que se haga daño cuando parece que ya no hace falta seguir dañando, pero un combatiente es un objetivo, y la guerra no es un ámbito piadoso”.
La piedad está desterrada de la guerra de Ucrania por la creciente participación de robots que multiplican la mortalidad. Los drones han introducido un detalle moderno y descarnado en el frente. Los expertos lo llaman “MEDEVAC imposible”. El acrónimo alude a la Medical Evacuation.
En la II Guerra Mundial, en Vietnam, en Bosnia, en Irak… hasta en Siria ha sido posible sacar a los heridos de la zona de combate. En el frente de Ucrania, sobrevolado por millares de drones, hacerlo a plena luz del día y sin negociación previa con el adversario puede ser una opración suicida.
Evacuación imposible
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Es la denegación del MEDEVAC. Puede que la guerra desatada por la invasión rusa de Ucrania concluya sin que se conozcan las cifras, la verdadera dimensión de lo que Juan Luis Chulilla, dueño de la firma de defensa electrónica Red Team Shield, describe como “tributo en sangre a los drones”.
Sí se intuye, al menos, el demoledor impacto de la denegación del MEDEVAC sobre la moral de las tropas. “Uno de los principales apoyos psicológicos del soldado en la línea de fuego es saber que tendrá ayuda potente si resulta herido -tiene comentado a El Periódico de Catalunya un suboficial instructor de Infantería en el campo de entrenamiento de ucranianos de Toledo-. Es importante enseñar a estabilizar a heridos”.
“Hay un escudo de oración sobre Rusia y, como los príncipes divinos, el guerrero ruso defiende su fe”, escribe Oksana Moskalenko, dirigente de la Unión Rusa de Escritores, para la campaña de “acción patriótica” que con el título “Z: apoyemos a los nuestros”, se difundió en redes sociales rusas en junio. Como ilustración, dos soldados se cogen de la mano ante un Cristo bizantino. Le dirigen la mirada mientras uno le pone al otro una venda en la cabeza.
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En la propaganda de guerra rusa se alternan la arenga y la melancolía. Por un lado figuras de poderosos soldados ante delicadas mujeres con el eslogan “Buenas noches, Rusia. La victoria será nuestra”; por otro, relatos como el que, en las mismas redes sociales, el 15 de julio homenajeó a la sanidad militar. En un dibujo, un herido tumbado en una camilla recibe cuidados. El pie de ilustración dice: “Cuando una persona en la guerra sabe que intentarán rescatarlo por las buenas o por las malas si resulta herido, tiene una actitud diferente al hacer su tarea (…) Tener un buen médico aumenta la moral un cien por cien”.
Sin hora de oro
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Pero los drones buscan y atacan sin saber de eslóganes. Para la máquina y el piloto que la maneja a distancia, un grupo de soldados entre la hierba es un pelotón activo, un objetivo, aunque la mitad de los soldados no estén agazapados al acecho, sino tumbados por la metralla de un ataque anterior, o por una mina, o por un cañonazo.
“Se pierde la hora dorada”, explica Chulilla. El merodeo de los drones está clavando a la infantería y los carros… y también a los blindados de transporte de tropa y heridos, que no pueden llevar a un hospital en condiciones a un herido en los 60 minutos posteriores a la lesión. “Salvo que sea de noche y no vuelen drones con visión nocturna”, matiza Chulilla.
Abundan en el frente de Ucrania los drones cargados con una mina direccional del tipo Claymore. Es un invento americano con varias versiones soviéticas, explosivos que proyectan un cono de metralla metálica, la ‘zona mortal’, de 50 metros de radio.
Cuenta un general con experiencia en infantería mecanizada y hoy alto despacho en Defensa que la guerra de Ucrania no se parece a la I Guerra Mundial solo por la reaparición de las trincheras: también porque “la acción de los drones ha obligado a recuperar los nidos de heridos”. En esta guerra europea, esos nidos los colocan ucranianos y rusos en sótanos y agujeros, escondiéndolos de los robots voladores.
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Las mismas fuentes militares españolas están de acuerdo con una impresión extendida de los expertos: los drones con mina antipersona consiguen la mayoría de victimas en la franja de combatientes rusos de más de 35 años.
Robots sin ley
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Uno y otro bando difunden vídeos de ataques de drones a soldados para quebrar la moral del contrario. Son muestra del encono que ha alcanzado la guerra. Verlos le ha dado la idea al general jurídico de releer este agosto ‘Sobre la agresión: el pretendido mal’, ensayo del premio Nobel de Medicina Konrad Lorenz, y reflexionar en torno a “cómo la distancia aumenta el ensañamiento y no funcionan los instintos básicos de apaciguamiento. Eso explica la guerra moderna y la necesidad de su ordenación jurídica”.
Puede que a partir de la invasión de Ucrania la vetusta legislación internacional de guerra contemple el uso y la costumbre de los robots como fuente para marcar límites legales.
En general, el ataque de un dron a un grupo de heridos no es un crimen de guerra… si ese grupo o el vehículo que los lleva no está señalizado como transporte sanitario. “Los heridos en un furgón de la Cruz Roja gozan de la misma inmunidad que el propio vehículo, salvo que desde él participen activamente en las hostilidades”, explica el jurista.
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Tanto él como las otras fuentes consultadas consideran que “no es lícito disparar a personal indefenso”. La artillería no discrimina, porque no ve, pero muchos drones sí “ven” a su objetivo. Aunque en los grupos de combate suele haber un integrante que practica primeros auxilios sin dejar por ello de combatir. Y entonces el dron…
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Source: Informacion
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