Instructions when a child goes home

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Si su hijo se ha ido fuera de casa, ya sea a estudiar, trabajar o hacer prácticas, no sea necio, sobre todo si es la primera vez. No vaya a la habitación como la madre de Toy Story y acabe nadando en un mar de lágrimas mientras recuerda su niñez con música de fondo incluida. No se tumbe en la cama vacía, ni aspire el olor que aún perdura en la almohada a pesar de los lavados. Las hormonas, ya se sabe, son persistentes y marcan la presencia de un adolescente como un animal territorial cualquiera. No se plante en medio de su cuarto a contemplar las fotos, los libros, a repasar con las yemas de los dedos las huellas de su ausencia: vasos de plástico, un yogur, algún papel de magdalena escondido detrás del radiador no se sabe por qué motivo. Hágase el duro cuando llame. No le diga que le echa de menos, que se acuerda de él a todas horas. No pregunte con un hilo de voz si come bien, si compra fruta, si se cuida. Háblele de todo como por encima, con ligereza. No se rompa al final, cuando él se despida con prisa. Confíe en su hijo, como tantos padres han hecho desde la prehistoria. Ha abandonado el hogar y eso es bueno, tampoco queremos que se eternice en esa cama en la que ya apenas le caben los pies y donde desde luego nunca cabrán dos personas. Piense en que tiene detrás el bagaje que le ha sido entregado, que la educación y el cariño, esa mezcla curiosa y difícil que a veces no fragua, van a acompañarle a cualquier sitio que vaya, sea Polonia, Salamanca o un país impronunciable.