Hay cosas en nuestro país como conducir o beber alcohol, que son consideradas cotidianas y por eso la inmensa mayoría tiene acceso libre a ellas con pocos impedimentos más allá de la edad, al menos en teoría. Las dos, sin embargo, deberían llevar aparejadas no sólo más filtros, sino también una gran cantidad de letra pequeña. La primera, por razones obvias, el simple hecho de que cualquiera puede aprender a manejar con relativa facilidad un coche no quiere decir que todos sean mentalmente aptos para hacerlo, sin ser un peligro para ellos mismos o para los demás. La segunda, es tal vez más grave, porque ahí no hay cribas, no hay teoría previa, ni prácticas ni exámenes que valgan, por lo que el acceso a la bebida es mucho más fácil. Los jóvenes empieza cada vez más pronto, y la aceptación social de su consumo es total.