Todos los analistas políticos y las encuestas anunciaban que la ultraderecha se convertiría en la segunda fuerza más votada en Alemania y es algo que ha ocurrido. Sin embargo, nadie esperaba que la participación alcanzara el 82,5 %, la más alta desde la reunificación, lo que sin duda ha propiciado que en esta ocasión se haya podido detener temporalmente el empuje de la ultraderecha gracias a un voto conservador que ha salido a la calle y a un voto de izquierda que, aunque minoritario, también se ha movilizado, porque, y por lo que hemos visto en otros países europeos, al votante joven y de ultraderecha no hace falta animarlo, quiere salir a la calle, votar y desmitificar todo aquello que le parece la vieja política, esa que defiende a Europa y que tiene entre sus principios valores como la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho, la defensa de los derechos humanos y la inviolabilidad de la dignidad humana.