He de confesar que nunca esperé ver esto. ¿Qué dirán ahora todos aquellos que acudían al Palau, casi en genuflexión, a esperar ser tocados por la gracia de aquel ‘casidios’ Zaplana? Los mismos, por cierto, que cuando lo vieron entre rejas empezaron a echar pestes.
Permitan una anécdota, pequeña pero reseñable para quien se solaza con estos pliegues del azar. El mismo que llevó al extraño hallazgo de los papeles que dieron origen al caso en un piso que había sido del expresident. Allí empezó todo. Ese mismo azar quiso que lo detuvieran dos días antes de la fiesta de Levante-EMV en 2018 y saliera camino de la cárcel cuando acababa la gala. Ahora, la sentencia llega el día de estos galardones. El azar.
Permitan que me acuerde de mi amigo Quico Arabí, de tantas peleas, tantas horas intempestivas en la redacción metiendo la nariz en un pozo ciego donde entonces muchos querían ver un jardín florido. Con su tenaz persecución de aquellos contratos de Julio Iglesias empezamos a intuir la cara B del Gobierno de Zaplana. Ese periodismo que algunos pretenden en horas bajas brilla hoy.
Permítanme que me acuerde de los participantes necesarios en todo caso de corrupción, esos ‘bucaneros’ (sería indigno llamarles empresarios) que suelen quedar en segundo plano, como si estas prácticas sucias hubieran sido una obligación. Siempre cabe un ‘no’ como respuesta, un literario ‘preferiría no hacerlo’. No crean lo contrario.
Permitan una mención para un uso de la política de privatizaciones que ha ayudado a extender la idea de que es una fórmula para esconder negocios turbios. Que las ITV se utilizaran para esto solo invita a pensar que los precios pagados durante años por los usuarios (sin escapatoria ni competencia) podrían haber sido mucho más bajos y el servicio bastante mejor.
Confieso que me da igual si Zaplana vuelve a prisión o no. Que los magistrados del tribunal hayan valorado pruebas y testimonios, y hayan decidido que el hombre que lo tuvo casi todo es culpable me parece bastante condena para alguien como Zaplana. Solo espero el mismo trato que a otro ciudadano.
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«Somos una generación nueva», ha dicho el número dos del PPCV, Juanfran Pérez Llorca. Lo tendrán que demostrar, aunque los rostros sean nuevos, que no todos lo son. No estaría mal una petición de perdón cuando todo sea firme. Empiecen a pensarlo. Porque está Gürtel, Taula, Blasco… Erial no es excepción. Hacer como que todo aquello no pasó no es solución. Después de Zaplana (y previsiblemente de José Luis Ábalos) me gustaría creer que hay de verdad algo nuevo. Hoy, admito, me cuesta, aunque, como decía ayer el periodista Ximo Clemente, he de confesar que nunca esperé ver esto.
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