Donald Trump ha regresado esta semana a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar como destino de su primer viaje oficial al extranjero, tras la visita a Roma por el fallecimiento del papa Francisco. Su elección no es casual. El presidente ha ido acompañado no solo de sus asesores y su equipo de Gobierno, sino también de un séquito de empresarios —la mayoría de ellos de Silicon Valley— que buscan extender sus milmillonarios negocios con las petromonarquías del Golfo Pérsico e influenciar la acción política de la Casa Blanca. Destacan sospechosos habituales como Elon Musk o Sam Altman, pero también los mandamases de compañías estratégicas como Amazon, Palantir, Nvidia, IBM, LinkedIn, AMD o Uber tendieron la mano al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán.
El desfile de poder ha tenido su recompensa. Trump asegura que el viaje a Arabia Saudí, la primera parada de su gira por Oriente Próximo, se ha traducido en acuerdos de negocio que rondan los 600.000 millones de dólares, si bien solo se han detallado tratos por 283.000 millones, informa ‘The New York Times’. Los más importantes son los firmados por Nvidia y AMD, que venderán cientos de miles de chips de inteligencia artificial (IA) a la nueva compañía pública saudí Humain, y por Cisco, que ha pactado ayudar al conglomerado emiratí G42 a desarrollar el sector de la IA en ese país. A cambio, la saudí DataVolt invertirá 20.000 millones en centros de datos en EEUU. Además, gigantes como Google, Oracle o Salesforce también podrían destinar otros 80.000 millones en tecnologías en ambos países, según la Casa Blanca.
Los acuerdos pueden ir a más. La Administración Trump considera aprobar la exportación de semiconductores —cruciales para el despliegue de la IA— a EAU a través de G42, una firma investigada en el pasado por sus vínculos con China. Aunque el año pasado anunció que había cortado sus lazos comerciales con Pekín, el Gobierno de Joe Biden había vetado este tipo de acuerdos por temor a que impulsar la innovación tecnológica en regímenes autoritarios pueda girarse en contra de los intereses de Washington.
Protagonismo tecnológico
Esta ola de alianzas comerciales certifica la región como nueva Meca a la que peregrinan cada vez más directivos e inversores de las empresas tecnológicas más poderosas del planeta. Tanto Abu Dabi como Riad han aprovechado la frenética competición global por el dominio de la IA y el flujo casi infinito de dinero de sus fondos soberanos para afianzar su protagonismo como cartera.
En los últimos años, Microsoft ha invertido 1.500 millones de dólares en la emiratí G42, que también paga a OpenAI para usar sus modelos de IA. Google, por otro lado, construirá un centro global de IA en Arabia Saudí, que planea invertir hasta 100.000 millones en esas tecnologías para apuntalar al reino de los saud como gran hub tecnológico de la región.
Con Silicon Valley de aliado, EEUU está alimentando la posición de poder de Arabia Saudí y EAU, una estrategia con la que pretende desplazar completamente a las empresas chinas presentes en la región —como Huawei, vetada en Washington— y mantenerse como líder mundial en IA.
Giro estratégico en el Golfo
A mediados de la década pasada, EAU y Arabia Saudí decidieron lavar su cara para hacer negocios con Occidente. Las petromonarquías del golfo Pérsico usaron la inmensa fortuna acumulada gracias a sus reservas de crudo para diversificar su economía e invertir en tecnologías de vanguardia llamadas a marcar el futuro. En 2017, los fondos soberanos emiratíes y saudíes permitieron al conglomerado japonés SoftBank lanzar el mayor fondo de inversión en tecnología de la historia, Vision Fund, con el que penetraron en Silicon Valley regando start-ups que entonces estaban de moda como Uber o WeWork. Poco después, ampliaron sus tentáculos comprando participaciones en gigantes como Meta y Alphabet, matrices de Facebook y Google. Ese mismo año, EAU se convirtió en el primer país del mundo con un ministerio dedicado al desarrollo de la IA
La alianza entre el valle y ambas teocracias islámicas se congeló en 2018 cuando el periodista Jamal Khashoggi fue asesinado y descuartizado en Estambul por un escuadrón saudí bajo las órdenes de Bin Salmán. La ejecución del reportero de ‘The Washington Post’ fue posible gracias a que, meses antes, Riad hackeó el móvil de Jeff Bezos, fundador de Amazon y propietario del diario, y a que EAU ayudó a espiar a su mujer.
Sin embargo, el fácil acceso a grandes sumas de dinero hizo que, en plena carrera por el liderazgo de la IA, Silicon Valley olvidase rápidamente el escándalo. En términos de influencia, su apuesta ha sido un éxito rotundo. Abu Dabi y Riad son ya potencias emergentes con un peso económico y geopolítico cada vez más notable. Un ejemplo que podría incentivar a otros reinos islámicos del Golfo como Qatar, Bahréin, Omán o Kuwait a seguir el mismo camino. Como afirmó el año pasado un destacado inversor de capital riesgo a ‘The Washington Post’, “la era Khashoggi ha terminado”. Back to business.
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Source: Informacion

James Sean is a writer for “Social Bites”. He covers a wide range of topics, bringing the latest news and developments to his readers. With a keen sense of what’s important and a passion for writing, James delivers unique and insightful articles that keep his readers informed and engaged.