Los padres de los tres niños de entre ocho y diez años que permanecieron encerrados desde diciembre de 2021 en la “casa de los horrores” de Oviedo pasan buena parte del día juntos en la cárcel de Asturias. El matrimonio convive desde su ingreso en prisión en la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) del centro penitenciario y no mantiene relación con otros reclusos, más allá de la que les une al personal del centro y a los “internos de apoyo”, presos que ayudan a los recién llegados a adaptarse a la vida entre rejas brindándoles apoyo y orientación. “No se ha considerado oportuno aplicarles el protocolo para evitar suicidios, así que no están vigilados estrechamente como ocurre en ese tipo de casos. Sólo tienen lo que nosotros llamamos acompañamientos, que son apoyos que se les ofrecen por parte de los funcionarios, los terapeutas, los médicos otros reclusos de confianza y el resto del personal”, explican fuentes del centro penitenciario.
La Unidad Terapéutica y Educativa de la cárcel asturiana es un módulo mixto, aunque el número de mujeres es bastante inferior al de los hombres. “Ahora mismo habrá alrededor de 20 y unos 130 hombres, aproximadamente”, señalan las mismas fuentes. El matrimonio –un alemán de 53 años y una estadounidense de 48 que también tiene pasaporte germano– no duerme en la misma celda. “En la UTE hay un régimen mucho más flexible que en otros módulos de la cárcel, pero los hombres no duermen con las mujeres. Dentro de la unidad hay alas distintas para cada uno de los sexos”, señala otra de las fuentes consultadas por La Nueva España. “Las personas que están en la UTE se subdividen en grupos para distintas terapias y actividades que coordinan funcionarios, educadores y otros profesionales que trabajan en el centro. Ellos no están en el mismo grupo, pero aún así pasan muchas horas juntos, no se separan“.
“Coinciden al menos cuatro horas por la mañana y otras cuatro por la tarde”, afirman fuentes penitenciarias
Los padres de los niños que pasaron casi cuatro años sin pisar siquiera el jardín del chalé en el que estaban recluidos están juntos a la hora de las comidas, en el patio del módulo y siempre que pueden. “Entre unas cosas y otras puede que se junten cuatro horas por la mañana y otras tantas por la tarde”, explican las fuentes consultadas. Los miembros del matrimonio, obsesionados con la posibilidad de contraer cualquier enfermedad, un “miedo patológico” que les trasmitían a sus hijos y que pudo haberse generado a raíz de la pandemia, no se quitan la mascarilla en ningún momento. “La tienen todo el día puesta y procuran evitar a todos los que se acercan a ellos. El acompañamiento se les ha impuesto a su llegada a prisión y es algo que tienen que aceptar, pero son bastante reticentes. Es como si tuviesen miedo al contagio”, afirman fuentes del centro penitenciario.
Esa “obsesión” por huir de cualquier contacto con otros seres humanos es la que, presuntamente, les habría llevado a mantener encerrados a sus tres hijos entre cuatro paredes al menos desde diciembre de 2021, cuando se trasladaron a vivir a la zona rural de Oviedo desde Alemania. Cuando los agentes de la Policía Local entraron por primera vez en el chalé de Fitoria para liberar a los pequeños les obligaron a ponerse mascarillas y, en todo momento, les pidieron que guardaran las distancias con ellos y con sus hijos. “En el centro –por la cárcel asturiana– van totalmente su bola. Son prudentes y están bastante tranquilos. Como suele pasar con todas las personas que entran por primera vez procuran pasar desapercibidos”, aseguran quienes han coincidido con ellos. “El idioma tampoco les facilita las cosas, aunque en la cárcel tienen acceso a un traductor. No obstante, algunos trabajadores han comprobado que algo de español hablan”.
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Source: Informacion

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