Han desenterrado China y Estados Unidos el coronavirus como un inesperado ‘spin off’ de su guerra comercial cuando pocos se acordaban de él. Pocos días después de que Washington sentara su origen en el laboratorio de Wuhan, China ha sugerido este miércoles que quizá llegara de Estados Unidos y ha recordado la calamitosa gestión de Donald Trump. Demuestra Pekín que ningún ataque quedará sin respuesta, ya sean aranceles o atribuciones pandémicas.
Había sustituido la Casa Blanca esta semana todos los sitios oficiales con información sobre el asunto por una nueva web con el revelador nombre de “Fuga de laboratorio. Los verdaderos orígenes del covid 19” y apoyada en un viejo informe de la subcámara de representantes, de mayoría republicana. No es un trabajo académico ni ha sido revisado por la comunidad científica pero importó poco. Por el camino repartía el informe palos a Joe Biden, predecesor de Trump, y Anthony Fauci, máximo responsable de la sanidad pública en aquellos días. La CIA y el resto de agencias de información estadounidenses no han alcanzado una conclusión sobre el origen tras años de investigaciones por más presiones recibidas en tiempos de Trump. Algunas fuentes anónimas las asemejaron a las órdenes de encontrar armas de destrucción masiva en Irak.
China ha publicado este miércoles lo que pomposamente llama el Libro Blanco con conclusiones que reclama como “definitivas”. Tampoco aporta nada nuevo. Son las que emitió la Organización Mundial de la Salud tras la visita en 2021 de 17 expertos al laboratorio de Wuhan, el mercado de Huanan y otros célebres escenarios. Calificaba de probables o posibles el origen zoonótico (el salto arbitrario del virus de una especie a otra) o la llegada a China en alimentos congelados y como “extremadamente improbable” la teoría del laboratorio. Un examen sensato recomendaría que China enfatizara la primera opción, defendida por una mayoría aplastantes de científicos. Ocurre que eso impide responsabilizar del desaguisado a Estados Unidos. Lo permite, en cambio, la llegada a través de cadenas de suministro o alimentos congelados, presuntamente apuntalada por el contagio de estibadores chinos alejados de Wuhan. A esa dedica su atención el informe. Asume esa teoría que el virus rondaba por el mundo antes de que estallara en Wuhan y no hay mayor sospechoso, según Pekín, que Estados Unidos.
Laboratorio clausurado
“¿Cuáles fueron las verdaderas razones del cierre del Laboratorio Biológico de Fort Detrick a finales de 2019? Estados Unidos le debe una explicación al mundo”, pide el documento. Son muchos los indicios, continúa, que sugieren que el covid surgió en Estados Unidos antes de que la pandemia floreciera en China. Ese cierre del laboratorio estadounidense fue una de las teorías con las que Pekín respondió a las acusaciones de la Casa Blanca. Otra, similarmente insensata, sostenía que militares estadounidenses habían llevado el virus semanas antes a Wuhan en unas olimpiadas castrenses.
Esas consideraciones sobre la génesis pandémicas son, en cualquier caso, un entremés. Las inmisericordes bofetadas a la gestión de Trump ocupan el grueso del Libro Blanco. Fue “lenta e ineficaz” y “la peor de todos los gobiernos del mundo”, juzga. “No sólo fue chapucera sino que obstruyó y saboteó de diferentes formas la cooperación internacional”, añade. Y le anima a asumir el desastre “sin buscar cabezas de turco”. Esas tácticas, recuerda, estimularon una ola de crímenes racistas contra estadounidenses de etnia asiática.
La pandemia arruinó sin remedio las relaciones bilaterales en el primer mandato de Trump. Todas las turbulencias previas, incluida la primera guerra comercial, no habían impedido un clima de entendimiento. Trump alabó la respuesta china como transparente y briosa pero cambió de opinión en cuanto su criminal gestión dejó un manto de cadáveres en su país. Habló de “virus chino”, de “virus Wuhan” y de “fiebre Kung-fú”. A la pandemia y a China responsabilizó de su fracasada reelección y su regreso al tema, cuatro años después, sugiere que aún no lo ha olvidado.
Source: Informacion

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