El clero en Roma ya está en estado de tensión. No tanto por lo que cuenta la película Cónclave, a la que tanta publicidad se le da en estos días —en España y no solo, con sus consecuencias en las taquillas—, sino porque la sucesión de Francisco se apresta a entrar en su fase más dura. Esto por un asunto de mayor trascendencia: que, en verdad, los cardenales ya ha empezado a decidir quién será el futuro Papa y, enterrado el sábado Francisco, el proceso electoral ahora “se intensificará”, como ha concluido el periódico italiano Domani. Este sábado, ya se encontraban en Roma unos 190 cardenales, según confirmó a EL PERIÓDICO la Oficina de Prensa del Vaticano.
El purpurado alemán Reinhard Marx, del ala progresista, ex miembro del C9 (el grupo de los cardenales que había elegido Francisco para aconsejarle en las tareas más delicadas), aun con el lenguaje aterciopelado de la Iglesia, no lo ha escondido en sus últimas declaraciones. “La discusión acaba de empezar”, ha dicho Marx, también expresidente de la rebelde y ultraprogresista Conferencia Episcopal alemana y considerado un kingmaker. “El cónclave durará pocos días“, incluso ha vaticinado Marx.
El prelado se ha referido así a las congregaciones generales, las reuniones precónclave en las que tienen derecho a participar 252 cardenales, eso es, todos los príncipes de la Iglesia, tanto los que elegirán al futuro Papa en el cónclave, como los que no (por límite de edad). Algo que apenas se ve en la película de Edward Berger. Tal vez también porque estas reuniones son casi tan secretas como el cónclave, con el mismo obstáculo de que nadie está allí dentro para asistir y contarlo, salvo los propios purpurados.
Secretismo habitual
Reflejo de ello ha sido toda la semana pasada el estoico comportamiento del portavoz vaticano, Matteo Bruni, el ejecutivo al que en estos días le toca esquivar —lo más astutamente posible— las preguntas-bala de los periodistas. “Los cardenales han discutido de cuestiones de mundo y de la Iglesia”, explicó Bruni. “¿Pero de qué hablaron en concreto? ¿Nos lo puede contar al menos a grandes rasgos?”, se le preguntó una y otra vez. “Es todo lo que puedo decir”, replicó él.
El motivo está también en las leyes vaticanas, que prevén que en este momento transitorio de Sede Vacante los cardenales mantengan cierta discreción.
En este clima de habitual secretismo eclesial e información a cuentagotas sobre los asuntos más espinosos, la primera congregación se celebró el martes 22 —un día después de la muerte de Francisco— y la siguiente se llevará a cabo este lunes, a partir de las neuve de la mañana.
Es todo lo que se sabe de momento. Los cardenales se reunirán allí después de visitar —como decidieron en la cuarta reunión— este domingo por la tarde la tumba del difunto papa en la basílica de Santa Maria la Mayor, que también se ha abierto ya a los fieles.
La incógnita de las periferias
Esas, de hecho, son —en base a lo que establece la tradición vaticana— las primeras tareas de las congregaciones: decidir sobre las tareas prácticas urgentes y organizar (también logísticamente) los funerales del difunto Papa. Después de eso es cuando las cosas empiezan a ponerse serias: “Los cardenales electores empiezan a conocerse, se hablan y se estudian“, como resumió el vaticanista Gian Luigi Vecchi. Es decir, traducido en lenguaje pagano, comienzan a hablar de quién será el futuro jefe de la Iglesia católica.
La circunstancia, en esta sucesión, tiene un matiz añadido. Eso es que, durante su papado, Francisco nombró una gran cantidad de cardenales de países alejados de Europa, el continente en el que se ubica El Vaticano, lo que hace que muchos llegarán a Roma conociéndose poco o nada, e incluso es posible que en las congregaciones generales se vean por primera vez. Lo que también explica por qué los vaticanistas consideran como favorito al cardenal secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, el primer alto cargo vaticano que estos prelados han estado encontrando en los pasados años al llegar a Roma.
Es ahí donde quizá que la realidad y la (buena) ficción de la película Cónclave darán su mejor síntesis, al recordar el substrato de toda elección papal. Lo que antes eran las simonías y tejemanejes de los Papas del Renacimiento, o las promesas de las llamadas potencias católicas (Francia, Austria…) para que el cónclave eligiera a un Papa afín a ellos. Ahora es un orden mundial trastocado al que tendrá que hacer frente la Iglesia del futuro.
Source: Informacion

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