No hay acuerdos cercanos ni progreso. Ni siquiera negociaciones. Las expectativas alimentadas por Washington en los últimos días han sido pulverizadas en la rueda de prensa diaria del Ministerio de Exteriores chino con frialdad funcionarial. “Carecen de base y son como intentar atrapar el aire”, ha respondido su portavoz sobre los avances aireados por Donald Trump, presidente de Estados Unidos.
El arte de negociar, su manual con el que triunfó en el mercado inmobiliario neoyorquino, se ha estrellado con China. Sorprendido primero porque Pekín no se arrodillara cuando le sometió a su máxima presión y sorprendido después porque no acompañe su apaciguamiento. Tampoco habría previsto que Xi Jinping, al que reivindica como amigo, le haya dejado como embustero ante la audiencia global.
Ha desmentido hoy Pekín esas “activas negociaciones” y repetido que está abierto a ellas pero solo con respeto e igualdad. “EEUU debe responder a las voces racionales de la comunidad internacional y de su propio país que le piden que retire todas las tarifas unilaterales impuestas sobre China si realmente quiere resolver el problema”, ha remachado el ministerio.
Interpretaciones opuestas
Washington y Pekín interpretan esos aranceles de forma opuesta. Para la primera son el arma que empujará a la segunda a las negociaciones; para esta, son su obstáculo. Lo razonaba ayer a este diario Jiang Xiaoyan, subdirectora general del Departamento de Información del Ministerio de Exteriores: “China es un pueblo dialogante, lo hemos demostrado a lo largo de la Historia. Pero dialogamos con respeto, no con amenazas. En la situación actual es imposible”.
Su discurso chirriaba con el deshielo que se proclamaba desde Washington. Trump desveló que sería “muy amable” con China, que ambos países “iban a vivir juntos muy felices y trabajar juntos” y que iba a lograr “un acuerdo justo”. También anticipó “una bajada sustantiva” de los aranceles siguiendo la senda de su secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien los había calificado de “insostenibles”. Tanto azúcar fue premiado con alzas en los mercados bursátiles tras semanas de guantazos inclementes entre las dos grandes potencias económicas globales.
Debilidad de Washington
La prensa china interpreta el giro como la debilidad sobrevenida de un negociador presuntamente implacable. China igualó sus alzas arancelarias y siguió por otras vías. Ha devuelto sus aviones a Boeing, recortado la cuota anual de películas de Hollywood, presentado varias denuncias a la Organización Mundial del Comercio contra EEUU y estrangulado las exportaciones de tierras raras que necesita su sector tecnológico. Trump, en cambio, levantó días atrás el pie del acelerador. Ya adelanta China que no saldrán ganadores de esta partida pero por ahora aguanta con más sobriedad el farol.
Si China está nerviosa, no lo parece. Responsables del partido y empresarios de la provincia de Anhui han subrayado su confianza esta semana en varios encuentros con prensa internacional. En Hefei, su capital provincial, han repetido que el mercado estadounidense será suplido con el interno, de 1.400 millones de consumidores, y otras regiones como el sudeste asiático, Europa o Latinoamérica. Jiang, la alta funcionaria del Ministerio de Exteriores, enumera más razones. La consistencia o solidez, que explica desde la toma de decisiones en China: El Consejo de Estado, dice, puede perder “una mañana, un día o dos escuchando a todos los expertos antes de debatir qué hacer”. La unidad de un pueblo que apoya sin excepciones la lucha contra la agresión estadounidense, añade. Y el talento, termina, como un compromiso meritocrático que aúpa sólo a los más capaces a los cargos de responsabilidad. No lo dijo pero se entendió: desde la consistencia, unidad y talento no sólo se explica la fortaleza china sino la debilidad estadounidense.
Source: Informacion

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