Corría el año 1985 cuando el ingeniero soviético Alekséi Pazhitnov ideó uno de los primeros videojuegos, el Tetris. A pesar del peso que tuvo este lanzamiento a nivel mundial –es incluso a día de hoy el más vendido de la historia, con más de 520 millones de ventas–, Rusia ha sido un actor discreto en el sector de los videojuegos desde entonces. Es por esta razón que, consciente del poco protagonismo que tiene el país en esta área económica, su popularidad a nivel global y su capacidad de difundir mensajes, el Gobierno de Vladímir Putin ordenó en marzo de 2024 la creación de una videoconsola que dispute el mercado a los productos de las multinacionales Microsoft, Nintendo y Sony. El desarrollo se prevé largo, según señalan los expertos, y el país podría tardar hasta 10 años en obtener resultados, a pesar de que Rusia tiene un sector de IT muy desarrollado. Moscú quiere acrecentar su poder blando, que es aquel que permite a un país influir en otros gracias a su capacidad de atracción, como es el caso del manga (cómic) de Japón, la comida italiana o las telenovelas turcas. En su caso, sería mediante los videojuegos.
Esta iniciativa está apuntalada en un proyecto elaborado por el Ministerio de Industria y Comercio, que contempla que Rusia lance sus propias videoconsolas durante el próximo decenio. Apunta el periodista Nacho Requena, director de la revista especializada ‘Manual’, productor y guionista en el videojuego Prelude Dark Pain, que el principal problema con que se topará Moscú será poder “llegar al público potencial para que pueda adquirirlas”. Señala que hay hueco en el mercado, aunque añade que también lo complica “la propia situación geopolítica del país”. En un terreno dominado por Japón y Estados Unidos, Rusia busca ir más allá de casos puntuales como la distopía soviética Atomic Heart y el bélico War of Thunder. Y aunque el marketing de estos productos no fue sencillo por la crisis reputacional rusa causada por la guerra en Ucrania, puede ser el ejemplo a seguir.
Inversión cuantiosa
Un año después del anuncio, los resultados todavía son escasos. Uno de los problemas a los que se enfrenta el producto ruso es que el chip que debería ser la pieza base del producto todavía está en desarrollo. La empresa MCST, a la que las autoridades encargaron la base de la futura consola, está aún trabajando el Elbrus-Next. Uno de los proyectos para ganarse el título de PlayStation rusa es PlaySpace, una idea en desarrollo en la universidad Técnica Estatal del Don, aunque se desconoce aún la fecha de lanzamiento. Pese a que las características que se han hecho públicas de los primeros prototipos delatan una inferioridad técnica respecto a productos occidentales que ya están en el mercado, remarca el periodista que “por mucho que se invierta, lo importante es tener un catálogo amplio de juegos, que compañías de terceros publiquen en tu sistema y que todo eso genere un ecosistema para llegar a la gente”.
Lo ejemplifica con el caso de la Nintendo Switch. “Salió ‘desfasada’ a nivel técnico respecto a lo predominante en 2017, pero no le impidió ser la consola más vendida de la historia, y batirá este objetivo a finales de 2025″, explica. Añade que “la inversión de recursos no solo debe ir a destinada a la máquina en sí, sino también en generar un ‘todo’ alrededor, de estudios de calado que saquen buenos juegos”. Moscú ya tiene en mente ir más allá del dispositivo, y prevé acompañarlo del desarrollo de un plan para multiplicar por 14 los estudios ya existentes en Rusia, y la fundación de una agencia de calificación nacional para videojuegos.
La idea inicial estatal se planteó desde 2022, cuando se estudió desde el poder apoyar a la industria para convertirla en parte del poder blando ruso. Incluso había voces que preveían una financiación de hasta 50.000 millones de dólares (en los planes más optimistas) y la previsión de que en 2030 se lanzaran al menos 25 videojuegos con un presupuesto de al menos 70 millones de euros, y otros 40 adicionales de alcance global. “Esto que hace Rusia no es muy diferente a lo que hace la industria estadounidense o china con sus producciones”, remarca Requena.
Nacionalismo en la pantalla
Lo que sí sería novedoso sería el grado de implicación del Estado ruso en todo el proceso de creación, ya que estaría participando de una forma u otra en muchos pasos del mismo. Eso sí. El enfoque en el patriotismo podría obstaculizar el éxito de las consolas rusas, tal y como apunta en medios rusos Vasily Ovchinnikov, director de la Organización para el Desarrollo de la Industria de los Videojuegos, donde dice que este tipo de proyectos solo serán interesantes si no hay “contenido directo y chovinista”, algo que las autoridades rusas tienen en mente en el desarrollo de esta iniciativa.
En el mismo 2022, medios como Kommersant ya adelantaron que este plan sería complicado de implantar debido a que muchos profesionales del sector IT habían abandonado Rusia tras el inicio de la guerra en Ucrania. Aunque algunos regresaron posteriormente, aún no es posible saber con certeza las fechas en las que saldrán a la luz estos proyectos. Algunos medios rusos apuntan que podrían contar con apoyo de China, algo que dinamizaría el proceso creativo.
Rusia ha perdido puestos en los ránkings de poder blando como el de Global Soft Index Power de Brand Finance, en el que pasó de estar en décimo puesto antes de la guerra con Ucrania a estar en el 16º lugar en el último, de 2024. Rusia es consciente de ello y ha puesto el hilo en la aguja para remontar. Sus primeros intentos con los videojuegos, sin embargo, llevan años en el mercado, como es el caso de Syrian Warfare, al que la crítica alabó por su apartado técnico, a la par que señalaba que era “propaganda descarada” a favor de Rusia y de su aliado, el exautócrata sirio Bashar el Asad. En un país conservador en lo social pero innovador en lo tecnológico, Moscú cuenta con oportunidades pero también con escollos importantes.
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Source: Informacion

James Sean is a writer for “Social Bites”. He covers a wide range of topics, bringing the latest news and developments to his readers. With a keen sense of what’s important and a passion for writing, James delivers unique and insightful articles that keep his readers informed and engaged.