China perseguirá un crecimiento económico del 5 % este año y subirá su presupuesto militar un 7,2 %. Repiten las dos cifras más esperadas del inicio de la Asamblea Nacional Popular, el legislativo chino, lo que asienta el continuismo en un contexto más degradado que el del pasado año: la economía necesita reformas urgentes y nadie espera calma si Donald Trumpregresa a la Casa Blanca.
Llegan tiempos áridos, ha asumido la mañana del martes el primer ministro, Li Qiang, frente a 3.000 delegados en el Gran Palacio del Pueblo. Li ha diseccionado la actualidad nacional con un terco énfasis en la economía durante cuarenta minutos. Se agradece el espíritu de síntesis porque años atrás, cuando rozaban las dos horas, los bostezos arreciaban en delegados y periodistas. Ha sido un discurso tan crudo y realista como consciente de las fortalezas del país para superar los retos.
“Al fijar un crecimiento del 5 % hemos tenido en cuenta la necesidad de incrementar el empleo y los ingresos y de prevenir y minimizar los riesgos”, ha aclarado Li. “No será fácil. Después del impacto de la pandemia durante tres años, muchas dificultades tienen que ser resueltas para alcanzar la recuperación económica”, ha añadido. También el año pasado Pekín pronosticó un crecimiento “alrededor del 5%” que se cumplió con dos décimas sobrantes. El reto actual genera dudas entre los expertos y el Fondo Monetario Internacional apostó el mes pasado por un 4,6%. La puntería china en sus predicciones, si dejamos de lado los inciertos años pandémicos, es extraordinaria.
Retos homéricos
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Las tareas pendientes son homéricas: ordenar el sector inmobiliario, adelgazar la deuda de sus gobiernos locales, estimular el empleo y la demanda interna y aumentar la natalidad, entre otros. Ninguno de esos problemas es nuevo pero el tiempo los ha agravado. El más acuciante es el inmobiliario porque las promotoras están enterradas en créditos impagados y sin capital para finalizar las viviendas vendidas. La crisis frena el consumo interno ya que el 70 % de la riqueza de los hogares está vinculada a la vivienda y su valor se ha derrumbado.
La fórmula no se discute: el Estado como guía. Aquellas viejas promesas de darle más espacio al sector privado desaparecieron sin que nunca se cumplieran y el discurso marxista actual va en sentido contrario. Al arsenal léxico se han sumado las “nuevas fuerzas productivas de calidad”, un concepto vaporoso introducido en diciembre por el presidente, Xi Jinping, que va tomando cuerpo. Su esencia está en la innovación en industrias como las energías limpias, los vehículos eléctricos, la inteligencia artificial, la aviación comercial o los semiconductores y chips. El presupuesto para ciencia y tecnología sube un 10 % este año.
Descartados los grandes paquetes de estímulos del pasado, Pekín confía en los ajustes quirúrgicos. La ley rebajó en febrero las reservas obligatorias a la banca y un billón de yuanes ha llegado al mercado para fomentar la actividad de los sectores más castigados.
Política exterior “independiente”
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China perseverará en su “política exterior independiente y volcada en la paz” que se opondrá a todos “los actos de matonismo y hegemónicos”, ha adelantado Li en una alusión oblicua a Washington.
Pekín asiste con inquietud a las crecientes alianzas militares de Estados Unidos en su patio trasero y asume que el fragor aumentará con las elecciones presidenciales. En ese contexto ha mantenido el crecimiento de Defensa en el 7,2 %. Es habitual que la cifra genere el miedo global pero un análisis más detallado aconseja la calma. El gasto militar chino supone un 1,3 % de su PIB, muy por debajo del 2 % que impone la OTAN a sus países miembros y a océanos de distancia del 3,4 % de Estados Unidos.
Source: Informacion
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