Las cosas de Donald Trump no tienen gracia, son esperpénticas y terminan con un signo de interrogación porque nadie sabe qué pasará, ni cómo acabará este disparate que el presidente norteamericano considera hermoso y que no es más que querer jugar a quebrar todo por el hecho de hacerlo sin saber ni medir las posibles consecuencias de este ataque de aranceles recíprocos que sobre todo va a pagar el consumidor americano, tanto el consumidor final como el intermedio. Pero a Trump parece que todo eso le da igual y lo importante es dominar al precio que sea y hacer más pobres y vulnerables a los que ya lo son en exceso y sobre todo dar una lección al viejo continente obligándolo a arrodillarse no frente a América, sino frente a Donald Trump.
Es todo ciertamente de locos y cuando entre locos anda el juego es difícil saber cuáles serán las últimas consecuencias, ni siquiera es fácil saber cuáles serán las primeras, porque parece que Trump quiere apostar, pero su órdago tiene demasiadas fisuras y una de ellas es que resulta insoportable ver que quien es capaz de gravar a su pueblo con el mayor de los impuestos a raíz de los aranceles recíprocos, no duda en hacer ostentación de su tiempo dedicado al golf y de su inmensa fortuna al ser un privilegiado entre los privilegiados.
«No hay que ser alarmistas», nos decimos a nosotros mismos una y otra vez, porque queremos confiar y deseamos que los años últimos se conviertan en un mal sueño del que despertar con un renacer de hombres y mujeres fuertes dispuestas a encarar el mundo desde otra visión, desde otra mirada lejos de las guerras, de la envidia, del odio y del deseo de poder entendido como dominación y usurpación de la libertad del otro. Porque al fin y al cabo eso es lo que estamos viendo en las formas de algunos mandatarios políticos mundiales que se ven a sí mismos como intocables y a los que les gusta saber que el mundo puede detenerse por su absoluta irresponsabilidad e incluso son responsables de ejecuciones de inocentes que son la vergüenza en este tiempo convulso que solo la historia podrá juzgar y juzgarlos.
A veces pienso en qué pensarán tipos como esos y pienso que es absurdo hacerme esa pregunta, pero me la hago porque el mundo está lleno de hombres buenos y no acabo de entender por qué son los peores los que se perpetúan, destrozando y silenciando lo hermoso.
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Source: Informacion

Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.