Yo no te odio, dijo Jimena a Rodrigo después de pedir la cabeza de su amado, obligada por el honor y el amor filial. Si fuera odio, que solo es amor, el que Jimena niega en El Cid, no hay más poética forma de odiar. Pero ese odio bello, derrotado en Corneille por un amor más poderoso que la venganza, vive eternamente en el teatro, como probaron universalmente capuletos y montescos, mas vale nada en la vida real.