Es el niño. No hay otra explicación. Ese crío que toma de la mano a Elon Musk y saca de paseo a Trump. Se le ve inteligente, seguro. Pero, claro, no deja de ser un niño. Y un día se encapricha del cromo de Canadá. Al día siguiente del de México. Al otro, Ucrania. Tengui. Falti. ¡Papá, papá, quiero el de Groenlandia! Laponia ya tiembla pensando en las próximas Navidades. El chiquillo anda loco con sus nuevos juguetes. Nene, se atrevió a decirle una canguro, no toques los aranceles que manoseándolos se empobreció medio mundo hace 95 años y la crisis derivó en una guerra mundial. Pero nada, el crío es caprichoso. Que si el 25 % al acero de Canadá. ¡No, mejor el 50 %! Y cómo ríe el mocoso. La Bolsa anda loca. Los economistas, al borde del colapso. Tanto estudiar para esto.