Son 57.000 habitantes en un país cuatro veces más grande que España y nunca antes habían tenido tanta atención como ahora. Groenlandia va a las urnas para decidir su futuro, que pasa por ser más independientes de Dinamarca y por blindarse ante el vehemente deseo de Trump de exprimir sus recursos y posición estratégica. La geopolítica ha convertido la isla en una pieza imprescindible en el tablero del juego donde se disputa el destino de la humanidad: los científicos alertan de que Groenlandia ha perdido un 20 % más de manto glacial de lo que se calculaba en solo 30 años, y su efecto sobre las corrientes marinas y la crisis climática pone en jaque la adaptación de sus habitantes a la vez que abre nuevas posibilidades para la extracción de las codiciadas tierras raras. También inquieta el impacto en el resto del planeta de las políticas de preservación ambiental del país.