Cada año, poco antes del verano, me pongo en contacto con los estudiantes que desean realizar prácticas de periodismo en el periódico. Previamente, sus universidades o ellos mismos me han hecho llegar sus currículums en los que no falta, entre otros, el nivel de valenciano, inglés u otros idiomas que dominan. O que se supone que dominan. Digo esto último porque, tras varios ejercicios de observación empírica, estoy en condiciones de demostrar que, en el 60 % de los casos, dulcifican al alza el control de la lengua autóctona. Tras el consabido «valenciano: nivel alto», me encuentro a jóvenes de la terreta, nacidos ya en la década de los 2000 y que son incapaces de mantener por teléfono una conversación sencilla, de las de B1 o B2, sobre cuestiones tan cotidianas como qué les gusta hacer, si tienen aficiones, si disponen o no de carnet de conducir, dónde viven y en qué sección les gustaría aprender y por qué. Si les pregunto el motivo de que incluyan en su currículum una aptitud que es manifiestamente obvio que no dominan en absoluto, la respuesta siempre es la misma: «Porque lo entiendo y lo sé leer, pero no lo hablo».
Y es aquí donde me cuestiono: «¿Cuándo podemos considerar que dominamos una lengua?». Si yo sé leer inglés o castellano y hasta lo sé escribir pero soy incapaz de pronunciar una sola frase en inglés o castellano, ¿puedo decir, o puede decir la administración pública del territorio en el que se habla ese idioma, que estoy capacitada en su uso?, ¿que sé hablarlo? Son algunas de las muchas reflexiones que me han surgido a raíz de la iniciativa que la Generalitat Valenciana ha puesto en marcha por la cual los estudiantes que hayan sacado un 7 o más en Valenciano en Bachillerato desde 2008-2009 podrán certificar directamente un nivel B2 y C1, de forma gratuita y telemática. Y una muñeca pepona, como decían en la tómbola.
No tengo ninguna duda de que la medida será excelentemente acogida -como una ola- por los miles de personas (alrededor de unas 300.000 entre C1 y B2) que, sin esperarlo, han sido agraciadas con un papel que dice que saben dominar la lengua, aunque quizás solo lo hicieron una vez, cuando se examinaron hace 15 años. Con ese papel, no nos olvidemos y por clarificar algunas cuestiones, en otros tiempos podrían haber optado a un lugar en la administración pública. Ahora ya no. Ahora, en verdad, es casi como papel mojado porque el valenciano también ha dejado de ser requisito en la administración. Pero el gesto queda. Quizás en el tiempo transcurrido desde que se examinaron, muchas de estas personas sí mantuvieron o ampliaron su dominio del idioma pero, quizás otras no. De ahí, las pruebas de la Junta Qualificadora o de las universidades, unas pruebas completísimas que testan al aspirante en todos los aspectos que una lengua oficial requiere, dentro de unos parámetros compartidos en toda la Unión Europea.
[–>
De todas maneras, y al margen de este ‘valenciano para todos’ vendido a los cuatro vientos como un acto de reparación y justicia ante la intolerable situación de ‘imposición’ que sufre el castellano por parte de la otra lengua oficial (en palabras del propio president Carlos Mazón), me quedan todavía un par de reflexiones por plantear. La primera, ¿cómo es posible que, con esta insoportable imposición, cada vez se hable menos valenciano en general? Y la segunda ¿cómo es posible que, con esta insoportable imposición, él -que no lo habla- haya logrado, poniéndonos folclóricos, convertirse en el ‘pare de tots els valencians’? Algo falla en su discurso, president. Algo no es como está contando y se ve. Se ve en los datos y en el día a día en la calle. Y la C. Valenciana, la Generalitat, su administración y sus ciudadanos serán, si el valenciano se denigra, se arrincona y se desprotege, más pobres y menos plurales. Para mal de todos.
Subscribe to continue reading
Source: Informacion
Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.