Este verano ha caído en mis manos por casualidad un libro cuya trama tenía como base la floriografía, un método de comunicación criptológica utilizado en la época victoriana. Me ha sorprendido saber que mediante el uso de diferentes flores y la forma de combinarlas, los amantes de entonces lograban transmitirse mensajes codificados para expresar de una forma no verbal sentimientos secretos o prohibidos. Y aunque está claro que las comparaciones son odiosas, es imposible no contraponerlo con el fenómeno viral actual de llevar lechuga en el carrito del Mercadona a las siete de la tarde, para dar a entender que se quiere «pillar cacho».
Cada época tiene su propia idiosincrasia en lo que se refiere al «cortejo» y sus entresijos. Y siempre ha habido métodos de comunicación paralelos y clandestinos, ajenos a las reglas de juego establecidas. Mecanismos de adaptación del ser humano, que han puesto de manifiesto el ingenio y la inteligencia de una parte de la sociedad, que se las ha apañado para burlar los convencionalismos y las censuras, para poder alcanzar sus objetivos y sus deseos.
Sin embargo, es justo distinguir entre cuándo han sido necesarios y cuándo surgen por la impaciencia o el aburrimiento y, por supuesto, reconocer que no todos están en la misma «liga». Es fascinante el hecho de que una amapola pueda trasladarle a alguien el mensaje de: «Estaremos juntos lo antes posible». Que un clavel amarillo, simbolice el desprecio. O que las peonías le puedan hacer saber a otro la «suerte de tenerle cerca»; los geranios, la amistad verdadera, o las camelias, llevar aparejado: «Mi destino está en tus manos».
El descubrimiento estas vacaciones del lenguaje de las flores me ha resultado intrigante y sutil. Y tal vez por eso al coincidir en el tiempo me divierte imaginar qué pensarían en el futuro nuestros nietos de este nuevo «código de seducción» inventado para el contexto de un súper y sus claves.
A saber, hay que ir a una determinada hora: de las siete a las ocho de la tarde y dirigirse o bien al pasillo de los vinos o al de los congelados. Llevar un carro de la compra, con una piña bocabajo y chocar con la persona en la que estamos interesados y según los productos que llevemos, le haríamos saber cuáles son nuestras intenciones.
Las lentejas sugieren que andamos a la búsqueda de una relación seria. La lechuga, algo más caduco y pasajero. Un melón, que tu objetivo es algo digno de llegar al altar; y los preservativos, que simplemente se busca sexo; así, cortito y directo.
Indiscutiblemente se trata de una dinámica, bastante más ramplona que investigar y memorizar el significado de las flores. Pero, además, ha perdido el encanto de lo secreto y furtivo. Porque desde hace días TikTok, Instagram y Twitter andan inundados de vídeos parodiando la disparatada práctica, por lo que esta nueva forma de buscar pareja es ya del dominio público.
Como «ritual de apareamiento», en apariencia, carece de refinamiento o sofisticación, aunque otra cosa es que no sea digno de análisis. Porque, sociológicamente hablando, seguramente ofrezca bastante tela que cortar. Lo que no está tan claro es si las posibles interpretaciones de los expertos sobre la dinámica en cuestión y los significados atribuidos a cada uno de los elementos elegidos, daría para un libro o pasarán a la posteridad.
De lo que no cabe duda es de que nos encontramos ante una estrategia de marketing absolutamente brillante y, de seguro, otros establecimientos del ramo estarían encantados de recibir toda la atención y la publicidad gratuita que conlleva toda esta historia.
Tanto, que muchos andamos intrigados sobre sus orígenes, sus creadores y sus intenciones. Algunos medios apuntan a las declaraciones de una participante de «First Dates», el programa de citas de Cuatro, de hace la friolera de siete años.
La moza en cuestión aseguraba con desparpajo que ella ligaba acudiendo al Mercadona. Y confesaba que le había costado una reprimenda por parte de su padre, que le reprochaba que buscara el amor «de forma rápida» y «en cualquier sitio».
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Sea o no verdad, las palabras de su progenitor sirven para retratar de forma certera la conducta y las prisas de una parte de la población actual, que hasta ahora recurría a aplicaciones y la tecnología como atajos a las flechas de Cupido. Tiene total sentido que en su «razonamiento» las lechugas, comunes y perecederas, se utilicen como estrategia de conquista, mucho más que elegir o aprender el significado de una flor.
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Source: Informacion
Dolores Johnson is a voice of reason at “Social Bites”. As an opinion writer, she provides her readers with insightful commentary on the most pressing issues of the day. With her well-informed perspectives and clear writing style, Dolores helps readers navigate the complex world of news and politics, providing a balanced and thoughtful view on the most important topics of the moment.