Hay quienes han criticado al hasta ahora jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, por algunas de sus manifestaciones como la descripción de la UE como un «jardín rodeado de jungla».
También, por su afirmación, calcada de los «necons» estadounidenses, de que la Rusia de Putin era sólo una «gasolinera con bombas atómicas», algo desmentido mientras tanto por los hechos.
Algunos vamos a echar pese a todo de menos al socialista español, al que, si el Parlamento Europeo no lo impide, va a sustituir en su cargo la exprimera ministra de Estonia, Kaja Kallas.
La elección de Kallas como nueva Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad fue decidida por los jefes de Estado y de Gobierno Europeos como parte de un reparto de cargos entre los principales grupos representados en el Parlamento de Estrasburgo.
La presidenta de la Comisión seguirá siendo la controvertida conservadora alemana Ursula von der Leyen; la nueva presidencia del Consejo Europeo cayó en el socialdemócrata portugués António Costa.
Y solo quedaba por colocar a un liberal y además, por eso del equilibrio geográfico, que fuera de la llamada por el ex secretario de Defensa de EE UU Donald Rumsfeld «nueva Europa», razón por la que se eligió a Kallas.
La elección de una política de la que se dice que «se desayuna todos los días con un ruso» por su radical rusofobia, se interpreta al mismo tiempo como un claro mensaje de la UE al invasor de Ucrania.
Kallas ha hecho en el pasado manifestaciones que no resultan precisamente tranquilizadoras para quienes, en vista del desarrollo de la guerra en ese país vecino de Rusia, abogan por negociar con Moscú para evitar más destrucción y pérdida de vidas humanas.
La política estonia no está entre ellos, sino que defiende no sólo la continuación de la guerra el tiempo que haga falta, sino que va más lejos y quiere la fragmentación de la Federación Rusa.
Según la próxima jefa de la diplomacia europea, la diversidad étnica de Rusia es «un impedimento para la creación de una arquitectura de seguridad en Europa que incluya a Moscú».
Kallas desearía que cada uno de los pueblos que forman hoy parte del país más grande del mundo pudiese vivir en el futuro en un Estado étnico propio.
La eventual derrota de Rusia en Ucrania, que todo el mundo ve ya imposible, no sería para ella nada malo porque provocaría un cambio en aquella sociedad.
Según la estonia, el problema es el miedo de los europeos, «el miedo a lo nuclear, el miedo a la escalada, el miedo a la inmigración, el miedo a seguir apoyando a Ucrania».
Moscú acusa a Kallas de fomentar la rusofobia con la destrucción en Estonia de los monumentos a los soldados soviéticos que lucharon también allí contra el nazismo. Y la ha colocado en su lista de «criminales buscados».
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¡Sí, vamos a echar de menos a Borrell!
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