El flujo de dolientes no se detiene. Nadie viene solo. Algunos acuden con familiares, mayores y pequeños. Otros, con amigos. Sólo el ruido de una excavadora retirando la tierra mojada y restos de escombros interrumpe el silencio sepulcral que domina la escena. La mayoría reprimen las lágrimas. Ya las vertieron lejos de aquí. Pero hay una mujer que, entregada al sollozo, escenifica el dolor de toda una comunidad. Ante todos ellos, se abre un profundo cráter. En su fondo, estuvo su líder, Hasán Nasrala, el que había sido como un padre para ellos durante décadas como secretario general de Hizbulá. Justo dos meses después de su asesinato por parte de Israel, el pueblo libanés respiró aligerado con la llegada del alto el fuego. Los cientos de miles de chiíes que llevan semanas llorando a Nasrala continúan su duelo huérfanos.
Dos velas con un 6 y un 5 enterradas en la arena celebran desvalidas los años que no cumplirá el clérigo el próximo agosto. Un policía custodia el acceso al vacío donde Israel hizo historia. Después de 32 años al frente de Hizbulá, el Ejército hebreo consiguió el pasado 27 de septiembre asesinar a Nasrala mientras se encontraba reunido en un búnker siete u ocho pisos por debajo de la tierra. Junto a él, también marchó gran parte de la cúpula de la milicia-partido. “Lo que ha ocurrido es una gran derrota para Hizbulá y no deberíamos fingir que fue una victoria como ellos pretenden ahora”, dice Michael Young, editor senior del Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center en Beirut, a EL PERIÓDICO.
Entre la destrucción de los suburbios sureños de Beirut, siguen sonando los disparos celebratorios, la gente continúa ondeando banderas de Hizbulá, pasean abrazados al retrato de Nasrala, y sacan los dedos en forma del signo de la victoria por la ventanilla del coche. “La razón por la que dicen que fue una victoria es porque tienen que convencer a sus propios partidarios de que, de hecho, tuvieron éxito en algo, que toda esta destrucción no fue un signo de derrota, sino un signo de victoria”, explica Young. Hizbulá cree que el número de sus combatientes muertos durante 14 meses de hostilidades podría llegar a varios miles, hasta 4.000, y que la gran mayoría murieron desde que Israel lanzó la ofensiva en septiembre, según han dicho tres fuentes familiarizadas con sus operaciones a Reuters.
Rama política
Más allá de las pérdidas militares en forma de milicianos, que multiplicarían por 10 las sufridas en la guerra de 2006, el Líbano mira expectante hasta qué punto Hizbulá ha sido diezmado políticamente. La organización chií cuenta con una rama política con diputados en el Parlamento. “A nivel nacional, lo que veremos en las próximas semanas y meses es una creciente asimilación por parte de la sociedad libanesa de la realidad de que esto fue un revés para Hizbulá”, reconoce Young. Hace algunos días, el sucesor de Nasrala, Naim Qassem, pregonó en su discurso la recuperación de la ecuación “el Ejército, el pueblo, y la Resistencia” que ha dominado la política y la sociedad libanesas en las últimas décadas.
“La idea de que debemos poner al Ejército libanés al mismo nivel que la resistencia [Hizbulá] will become more and more questioned It is also used by other Lebanese political actors,” Youn points out. “Also, it will be difficult for Hezbollah to defend once it is isolated and separated from Lebanon. Shia community isolated “Lebanon has been attacked in recent months in what many people believe is an unnecessary war,” he adds. Israel’s attack on Lebanon, which started with Hezbollah firing rockets at the Israeli border on October 8 last year, intensified in 2013. En There have been attacks across the country for at least the last two months. 3,961 people In these 14 months, 16,520 people lost their lives and were injured.
Después de que entrara en vigor el alto el fuego este miércoles de madrugada, muchos fuera de la comunidad chií han querido ver en el silencio de los cielos una hoja en blanco para un nuevo Líbano. “En la historia libanesa ya hemos visto antes que en momentos como este, en que el fin de una guerra –aunque esta guerra puede que no haya terminado– provoca que los diferentes grupos sectarios del país se pongan de acuerdo sobre un nuevo equilibrio de poder en la escena interna”, explica David Wood, analista senior para el International Crisis Group. “Así que es posible que el aparente fin de la guerra, al menos el alto el fuego, pueda dar nueva energía a esos esfuerzos por elegir un presidente”, dice a este diario.
Sin jefe de Estado
Hace más de dos años que el Líbano avanza a marchas forzadas sin un jefe de Estado. Durante este tiempo, los bloques parlamentarios han intentado elegir un nuevo presidente al menos una docena de veces. En gran parte, las sesiones electorales se han retrasado porque el bloque de Hizbulá-Amal –el otro partido chií que ha representado al primero en las negociaciones por el alto el fuego– no pudo reunir suficiente apoyo para su candidato, Suleiman Frangieh, un aliado del presidente sirio, Bashar el Asad. Este jueves, apenas 48 horas después del inicio de la tregua, el presidente del Parlamento y líder de Amal, Nabih Berri, ha fijado una nueva sesión para la elección de un presidente para el 9 de enero de 2025.
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“Dependiendo de lo que pase de aquí a entonces, quizá se elija un presidente, pero hay divisiones que serán difíciles de superar”, reconoce Wood. Por su parte, Qassem ya se ha mostrado dispuesto a renunciar a Frangieh como candidato. En uno de sus discursos, sugirió que Hizbulá podría adoptar un enfoque más cooperativo, apoyando los esfuerzos para elegir un presidente y contribuyendo a la reconstrucción. “Si se llega a un consenso entre los países del organismo de supervisión del alto el fuego y los libaneses lo apoyan, entonces la próxima fase en el Líbano estará definida en gran medida por presiones externas pero, si no es así, si no hay consenso y se elige al mínimo común denominador entre los partidos políticos, es decir, un candidato débil, entonces será un gran revés, porque significa volver a la política de siempre”, analiza Young.
Source: Informacion
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