Hacía años que no ocurría: desde 2020, el conflicto sirio ha vivido congelado, con sus fronteras y divisiones internas inamobibles y marcadas a fuego sobre el mapa. Años, eso sí, de combates y escaramuzas esporádicas; de bombardeos semanales contra civiles, escuelas, mezquitas y hospitales, sobre todo en las zonas rebeldes del noroeste sirio.
Pero hacía años que no había cambios sobre el terreno en Siria, que la guerra entre rebeldes -con el apoyo de Turquía -y el presidente sirio, Bashar al Asad– respaldado por Rusia e Irán—, no avanzaba. Hasta este miércoles, cuando la facción que controla la región rebelde de Idleb, Hayat Tahrir al Sham (HTS), lanzó una ofensiva a gran escala contra Asad y sus aliados. En 24 horas, HTS ha capturado varias decenas de kilómetros y pueblos hasta ahora en manos del régimen de Damasco.
Según el grupo, sus milicianos se encuentran ahora a menos de seis kilómetros de las afueras de Alepo, la segunda ciudad siria. Hayat Tahrir al Sham, antes miembro a Al Qaeda pero que ha renunciado al yihadismo internacional, es la milicia rebelde más poderosa y con más control territorial. Es, también, la única que no recibe apoyo directo turco.
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Parar los bombardeos a civiles
“Esta ofensiva tiene la intención de forzar a Damasco a parar sus bombardeos constantes contra la población civil”, ha asegurado este jueves por la mañana una fuente anónima turca al medio internacional ‘Middle East Eye’, muy cercano al poder en Ankara.
“Los grupos opositores sirios lanzaron esta operación limitada en dirección hacia Alepo para atacar los lugares desde donde ocurren los bombardeos. Pero lo que inicialmente se planeó como una operación limitada se ha convertido en una mucho más expansiva, ya que las fuerzas del régimen empezaron a abandonar sus posiciones de combate y a retirarse del frente”, continúa la misma fuente.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), casi 100 personas han muerto durante la ofensiva empezada el miércoles, entre los cuales hay 44 miembros de HTS y 37 soldados regulares sirios confirmados. Entre los muertos también habría civiles, sobre todo a causa de los bombardeos rusos y del régimen contra la ciudad de Idleb.
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Aliados en retirada
Hubo un momento, en 2015, cuando todo parecía perdido para Asad durante la guerra civil. Los rebeldes y opositores, gracias al apoyo internacional, superaban en número y armamento a Damasco, que cada vez se veía más acorralada. Fue entonces, sin embargo, cuando el presidente sirio fue rescatado por sus dos aliados: Rusia e Irán.
La aviación rusa y los milicianos leales a la República Islámica -entre ellos Hizbulá en Líbano-, con su intervención, cambiaron el curso de la guerra y salvaron a Asad, que ha conseguido mantenerse en el poder en un país, eso sí, completamente arrasado después de casi 14 años de conflicto.
En la actualidad, sin embargo, la situación es más la más delicada de los últimos años para el presidente sirio: la mayoría de miembros de Hizbulá que antes estaban aposentados en Siria han vuelto, durante los últimos meses, al Líbano, donde la milicia chií ha estado combatiendo y siendo diezmada por Israel.
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Moscú, por su parte, ha retirado gran parte de su contingente y armamento del país árabe para destinarlo a su propio esfuerzo bélico en Ucrania, donde Rusia ha estado sosteniendo, durante los últimos meses, un gran número de bajas. Moscú y Teherán, no obstante, mantienen aún parte de sus fuerzas en Siria como refuerzo a un Ejército regular sirio muy débil.
Source: Informacion
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