Con el Estados Unidos de Joe Biden, el Gobierno de España tenía el camino de la relación bilateral expedito. Incluso en los momentos de diferencias notables, la cosa se resolvía entre amigos y sin grandes enfrentamientos. Así ocurrió cuando el Gobierno de Pedro Sánchez decidió bloquear la contribución de la Unión Europea a la misión de Estados Unidos contra los hutíes, que atacaban barcos en el Mar Rojo como castigo por los bombardeos de Israel en Gaza. Biden habló con Sánchez por teléfono del asunto, pero el asunto no llegó a mayores. Cuando España reconoció al Estado de Palestina junto a otros socios europeos, la Casa Blanca calló y mostró respeto al movimiento como parte de la soberanía española, se jactaban entonces fuentes diplomáticas. Tampoco criticó públicamente Washington los choques del Gobierno español con Israel por las matanzas en Gaza. ¿Cómo habrían sido esos diferendos con Donald Trump en la Casa Blanca, un político más asertivo, rápido en las redes sociales e imprevisible?
La buena noticia es que España no será prioridad para el republicano cuando regrese a la Casa Blanca el próximo 20 de enero, para bien o para mal. Buena parte de lo que afectará a nuestro país de la nueva administración estadounidense será compartido con los otros socios de la Unión Europea y gestionado junto a ellos. La unión, más que nunca, hace la fuerza. Y los 27 ya se abrochan el cinturón, porque vienen curvas. La Unión Europea preparó un equipo de trabajo para preparar contramedidas. Lo llaman “el equipo Trump” (Trump task force), y está dirigido por el español Alejandro Caínzos, según adelantó El Confidencial. Funciona a pleno rendimiento desde el verano.
Guerra arancelaria para España
La principal amenaza que se cierne sobre Europa son los aranceles económicos de entre el 10% y el 20% que ha prometido Trump imponer a todos los bienes y mercancías que importa Estados Unidos. El golpe para la economía europea se cifra en más del 1%, unos 180.000 millones de euros. Pero el coste real es muy difícil de calcular, porque una vez que se desata una guerra comercial la cadena de represalias tiene un recorrido impredecible.
España no estará entre los cinco países más afectados de forma directa por unos potenciales aranceles, apuntan fuentes conocedoras del Gobierno. Alemania, sí. Trump tiene una especie de obsesión con la industria teutona, a la que considera competidora. Y encima llega con Alemania atravesando su peor momento. La locomotora exportadora europea puede sufrir mucho con un choque arancelario, y su decadencia sí que provocaría un terremoto en la economía española.
El golpe de los aranceles puede llegar a España por duplicado. Por un lado, de trabas directas a la exportación de productos españoles, como los que impuso Trump a la aceituna negra y el aceite de oliva que puso Trump en su primer mandato y duran hasta hoy. Por el otro, con un tsunami de productos chinos que se coman el mercado. El republicano ha amenazado también con aranceles a China de hasta el 60%. En ese caso, los productos del gigante asiático buscarían, como el agua, un lugar por el que fluir, y Europa sería su destino natural.
Ucrania y el gasto militar
Trump ha dicho que llevará la paz a Ucrania en un día. Pero la forma en la que pretende conseguirlo aterra al bando ucraniano. El vicepresidente J.D. Vance sugirió que la vía para la paz es un plan muy similar al propuesto por Rusia: entrega de Ucrania a sus territorios conquistados por Rusia, zona desmilitarizada entre medias y renuncia de entrada en la OTAN. “¡No! ¡Jamás!”, ha dicho el embajador ucraniano Serhii Pohoréltsev a este diario en una entrevista, a la pregunta de si aceptarían un plan como ese en el que Ucrania renuncie a sus territorios a cambio de una paz fugaz con Rusia.
Pero Trump puede asfixiar a la economía y a las Fuerzas Armadas ucranianas si retira la ayuda de Estados Unidos. Debería entonces Europa suplir su lugar. Eso significaría que países como España tendrían que arrimar más el hombro. Nuestro país ya ha contribuido con mil millones de euros al acuerdo de seguridad con Ucrania este año. No es descartable que haya que rascarse más el bolsillo, vaciar arsenales y producir más armamento.
Incluso si no retira su apoyo a Ucrania, porque entre los republicanos del Congreso hay muchos que creen que hay que mantenerla, lo que sí es previsible es que Trump apriete a sus socios europeos de la OTAN, entre ellos España, para que aumenten el gasto militar. El objetivo que tenía el Ejecutivo de Pedro Sánchez era alcanzar en 2029 el 2% que exige la Alianza Atlántica. ¿Habrá que acelerar esa hoja de ruta o, incluso, subir el porcentaje?
Las bazas de España con Trump
España tiene problemas evidentes para lidiar con el futuro Gobierno de Donald Trump. El principal es la falta de sintonía política. Y es transversal: abarca desde el PSOE y Sumar al PP. La Fundación FAES ha calificado de “mala noticia” la elección de Donald Trump. Entre otras cosas, hace fuerte a Vox, el partido de ultraderecha español que se mimetiza con el trumpismo en muchos aspectos. Trump ha contribuido con vídeos a los mítines del partido de Santiago Abascal. El líder de Vox se reunió el pasado febrero con él en Washington durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). Exhibió la foto de ambos con el dedo en forma de “ok” en cuanto Trump salió a autoproclamarse ganador de las elecciones de este miércoles.
Dicho esto, Trump no puede simplemente tirar a España a la basura de su estrategia exterior, por muchos motivos. Para empezar por las bases naval de Rota (Cádiz) y aérea de Morón (Sevilla), claves para el paso de aviones y buques de todo tipo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y su acceso al Mediterráneo. Biden y Sánchez acordaron la llegada de dos nuevos destructores a Rota que se sumarían a los cuatro ya atracados en los puertos españoles para completar el escudo antimisiles de la OTAN. El primero, el USS Oscar Austin, llegó el 16 de octubre con una tripulación de 329 personas. El segundo lo hará previsiblemente a lo largo de 2025.
Gaza y Marruecos
Y luego hay armas de doble filo. Una es el conflicto de Oriente Próximo. España ha liderado un polo en la Unión Europea para presionar a Israel contra la matanza de civiles en la Franja y por el reconocimiento del Estado palestino. Sería de prever que Trump, aliadísimo de Benjamín Netanyahu y del proyecto sionista (proclamó la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, ocupados ilegalmente, y sobre Jerusalén, donde trasladó la Embajada de Estados Unidos) hiciera pagar esa posición al Gobierno de Pedro Sánchez.
Pero España ha construido capacidad de influencia e interlocución en el mundo árabe e islámico durante este año, con decenas de reuniones y cumbres con Arabia Saudí o Egipto, entre otros de los grandes de la región. Ese capital diplomático puede ser una baza de negociación con la nueva Administración, que tiene intereses claros con ambos países.
El otro asunto espinoso es el de Marruecos, nuestro gran vecino del sur y aliado incómodo, que unas veces retira embajador y lanza miles de inmigrantes para castigarnos por afrentas políticas, y otras celebra cumbres de alto nivel y lanza una hoja de ruta conjunta de amistad y desarrollo.
Pero está el tema del Sáhara Occidental. Trump fue el primer líder en proclamar la “soberanía” marroquí sobre el territorio, que para Naciones Unidas está pendiente de descolonización y de un referéndum de autodeterminación. Era el de Trump el pago por la adhesión de Rabat a los Acuerdos de Abraham de paz con Israel sin esperar a la solución del problema palestino.
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España siguió los pasos del republicano, pero sin ir tan lejos: se limitó a alabar el plan autonomista de Mohamed VI para la región. El pasado verano, Emmanuel Macron dio un giro más radical: el Sáhara es marroquí, dice ahora París. ¿Presionará la nueva Casa Blanca a Madrid para que vaya tan lejos como París? ¿O para que firme un acuerdo favorable para Marruecos sobre las aguas que colindan con Canarias o la entrega del control del espacio aéreo sobre el Sáhara?
Source: Informacion
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