La economía china creció el tercer trimestre al menor ritmo desde principios del año anterior y parece hoy alejada del objetivo del 5% anual. No se rinde Pekín, atareada en las últimas semanas en aprobar un estímulo tras otro. Los datos más positivos que arroja el último tramo del trimestre sugieren un empujón que permite cierto optimismo a pesar de que China aún no ha encontrado solución a su calamitoso sector inmobiliario ni a su átono consumo interno.
El 4,6% registrado es el peor registro de los últimos seis trimestres. Supone una décima menos que el anterior, lo que completa dos términos por debajo del umbral planeado. Pero supone, también, una décima más de lo que habían pronosticado la mayoría de expertos. A eso contribuyen los datos inesperadamente saludables en septiembre de la producción industrial, que ha crecido del 4,5 % al 5,4 %, de las ventas minoristas, que se han acelerado del 2,1% al 3,2%, y del desempleo urbano, que ha recortado dos décimas hasta el 5,1%. Las ventas de electrodomésticos han crecido un 21 % respecto al año pasado.
Los expertos debaten si el Gobierno chino honrará también este año su acrisolada puntería en los pronósticos. Solía errar por abajo en los tiempos gloriosos para acentuar el efecto triunfalista. Su único por error por abajo, más que disculpable, llegó en la pandemia. Para Pekín es prioritario mostrar que nada, y especialmente la economía, escapa a su control. El presidente, Xi Jinping, exhortó recientemente al partido a esforzarse en el último trimestre para alcanzar los objetivos marcados. El Fondo Monetario Internacional (FMI) apuesta por un 5% mientras el Banco Mundial asegura que Pekín se quedará a dos décimas de la meta. Goldman Sachs ha elevado su proyección tras los datos de esta mañana desde el 4,7 al 4,9%. Algunos analistas sostienen que pronto se notarán los efectos de los paquetes de estímulo ya aprobados y los inminentes.
Gran gasto público
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No han sido pocos pero sí tibios, juzgan los expertos, que siguen esperando ese gasto público elefantiásico. El grueso ha ido al sector inmobiliario, que llegó a concentrar un tercio de la economía china y ahora la lastra. Ayer destinó cuatro billones de yuanes (unos 500 mil millones de euros) a las endeudadas inmobiliarias para que terminen de una vez las viviendas apalabradas. China engordó así un proyecto emprendido en enero que consiste en identificar los proyectos prioritarios en una lista blanca. Más de 6.000 han sido ya salvados en estos diez meses y la última partida aprobada duplica lo invertido hasta ahora. El Banco Central también ha rebajado los tipos de interés para las hipotecas ya concedidas y recortó el pago inicial mínimo de la segunda vivienda del 25% al 15 %.
No hay asunto más urgente que resucitar el mercado inmobiliario, principal culpable de la renqueante economía nacional. Empezó a enfriarse en 2019 y dos años después cayó en el pozo. La vivienda concentra el 70 % de la riqueza de las familias y sus turbulencias han recomendado un ahorro que frustra el objetivo de convertir el consumo interno en el nuevo motor económico. Aseguró ayer el ministro de Vivienda y Desarrollo, Ni Hong, que ya “había empezado a tocar fondo”. Discrepan los chinos, convencidos de que queda aún mucho margen de caída. Las cifras oficiales de septiembre, de hecho, indican las caídas más pronunciadas de la vivienda nueva en casi una década.
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Los datos publicados hoy han acentuado las peticiones para que Pekín apruebe el esperado “estímulo bazoka”. Es probable que espere hasta noviembre, tras el resultado de las elecciones estadounidenses, para saber a qué se enfrentará en los próximos cuatro años.
Source: Informacion
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