El debate que este martes a las 9 de la noche (3.00 de la madrugada del miércoles en España) mantienen en Nueva York JD Vance y Tim Walz, los nominados republicano y demócrata a la vicepresidencia de Estados Unidos, ha despertado más expectación de la que acostumbran a tener los duelos de números dos en la carrera a la Casa Blanca.
Tras la negativa de Donald Trump a mantener otro debate con Kamala Harris tras el del 10 de septiembre en Filadelfia en el que la demócrata consiguió que se pusiera irritado a la defensiva, y salvo que el republicano dé una sorpresa que no se espera, el pulso entre Vance y Walz representará el último gran encuentro en televisión y ante millones de personas de las dos campañas.
Por eso cobra especial relevancia para ambas el encuentro entre Vance, senador por Ohio, de 40 años, y Walz, gobernador de Minnesota, de 60, que tendrán además su mayor ocasión de presentarse ante los ciudadanos.
Estas son cinco claves del debate:
[–>El debate representa el cruce de dos hombres con raíz común en el Medio Oeste (Vance nació en Ohio y Walz en Nebraska) con quienes Trump y Harris han hecho una apuesta por tratar de asegurar y atraer a los votantes de clase trabajadora.
Sus trayectorias políticas e ideológicas, pese a esa raíz común y a las credenciales como representantes de los EEUU de pequeñas ciudades, se encuentran en las antípodas. Vance pasó por Yale y Silicon Valley antes de llegar al Senado y Walz por la escuela pública y el Congreso antes de sentarse al frente del Gobierno de Minnesota.
El republicano, que repudió a Trump en 2016, se fue adhiriendo a su movimiento y ha adoptado la agenda más ultra de la Nueva Derecha, lo que abre a Walz la línea de ataque a Vance como un extremista conservador al que tratará de vincular al polémico Proyecto 2025.
Walz, en cambio, fue intensificando sus posturas progresistas, y se puede anticipar que su rival republicano lo definiría como un “radical de izquierdas”.
[–>Walz empezó a participar en debates políticos en 2006 y Vance solo en 2022, pero al republicano le gusta el formato más que a Walz y ha demostrado desenvolverse más cómodamente.
Según han filtrado fuentes demócratas anónimas a medios estadounidenses, quizá en un paso interesado para tratar de rebajar las expectativas, Walz está nervioso y algo ansioso ante el debate, con miedo de tener una actuación que pueda dañar a la campaña de Harris. En el caso de Vance tampoco falta presión y sabe que tendrá un espectador si cabe más fundamental que los votantes: Trump.
Los dos se han estado preparando concienzudamente para el debate. En el caso de Walz, ha hecho ensayos donde el secretario de transporte, Pete Buttitieg, se ha encargado de encarnar a Vance (ya encarnó a Mike Pence para ayudar a Harris a prepararse en 2020). Vance, por su parte, también ha ensayado con el congresista de Minnesota Tom Emmer en el papel de Walz.
Vance tiene experiencia de contestar preguntas por su época en los Marines, en la que se encargó de comunicación. Además, ha estado dando entrevistas a televisiones no solo de la órbita conservadora que le han servido como preparación y han expuesto su capacidad y su rapidez de reacción. También ha estado abriendo a preguntas de los periodistas el final de sus actos de campaña.
Walz, en cambio, ha estado mucho menos expuesto a la prensa, protegido en la coraza que la campaña de Harris ha construido alrededor de la candidata y de él y que solo relajan con cuentagotas.
La ventaja con la que parte Walz es que los ciudadanos tienen una opinión de él mejor que la de Vance (aunque también le conocen menos). En el último agregado de sondeos de FiveThirtyEight, el 11% más de encuestados tienen una visión más desfavorable que favorable del republicano. En el caso del demócrata, un hombre con formas más campechanas, la visión positiva supera en 3,7% la negativa.
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Los aspirantes a vicepresidente se convierten en vehículos para sus dos líderes y eso permite anticipar grandes temas del debate, como el aborto, la economía, la inmigración o la ayuda a Ucrania.
Pese a ello, son los dos quienes están cara a cara y no debe descartarse un duelo muy personal. Walz puede esperar que Vance vuelva a lanzar las acusaciones de que el demócrata ha exagerado su historial militar cuando estuvo en la Guardia Nacional o que no fuera claro en que él y su esposa no emplearon inseminación in vitro, sino otro tratamiento de fertilidad para tener a sus dos hijos.
El republicano puede verse obligado también a ponerse a la defensiva. Y Walz puede volver a tratar de exponerlo como “raro” (la descripción que consiguió convertir en mantra demócrata ya antes de ser elegido para la candidatura) y recurrir a las posturas extremas que ha mostrado. En el pasado Vance defendió una prohibición nacional del aborto, habló despectivamente de “mujeres sin hijos con gatos” y ha sugerido que las mujeres sin hijos biológicos deben tener menos peso en la política. Recientemente ayudó a propagar el bulo xenófobo sobre inmigrantes haitianos comiéndose mascotas que luego Trump elevó en su debate con Harris.
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El encuentro lo organiza la cadena CBS y lo moderan Norah O’Donnell, presentadora del informativo nocturno de la cadena, y Margaret Brennan, que se encarga de un programa político dominical.
Durará 90 minutos, con dos pausas publicitarias de cuatro minutos cada uno. Como en los debates presidenciales de este año que Trump mantuvo el 27 de junio con Joe Biden y el mes pasado con Harris, se celebrará sin presencia de público en el estudio, situado en el Midtown de Manhattan.
También como en aquellos debates, Vance y Walz no podrán tener notas previas ni podrán interactuar con sus asesores en los descansos.
Cada candidato tendrá dos minutos para contestar a la pregunta de las moderadoras. El otro tendrá dos minutos luego para dar una respuesta y el primero dispondrá de otro minuto más si quiere dar una réplica.
A diferencia de lo que pasó en Atlanta y Filadelfia, esta vez no se silenciarán los micrófonos de los candidatos mientras habla el otro. CBS, no obstante, ha dicho que se reserva el derecho de silenciarlos a lo largo del debate.
Aunque tradicionalmente los candidatos a vicepresidente han aparecido sentados, esta vez volverán a estar de pie, algo que no sucedía desde 2008, cuando Joe Biden y Sarah Palin se midieron como números dos respectivos de Barack Obama y John McCain en un encuentro que siguieron 70 millones de espectadores (más que los 67 millones que vieron el de Harris con Trump el mes pasado).
Tras ganar un sorteo, Vance ha escogido tener la última palabra en las declaraciones finales, de dos minutos cada uno. A Walz le quedó elegir dónde estar en el escenario y, como Harris, optó por estar a la derecha en las pantallas.
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CBS ha decidido que sus moderadoras no harán en vivo correcciones de datos o de declaraciones cuestionables o directamente falsas que realicen los candidatos. La cadena ha dicho que recae en los dos aspirantes realizar esa función y solo va a optar por colocar en las pantallas un código QR, que remitirá a una página web donde 20 periodistas sí estarán realizando esa verificación, pero el código no se verá en las cadenas, sitios web o plataformas que retransmitan con la señal de CBS.
La decisión no está exenta de polémica y llega tras un intenso debate periodístico y político sobre lo sucedido en los dos debates presidenciales previos.
En el encuentro de Trump y Biden en CNN ya se cuestionó que los moderadores, dos periodistas curtidos, no realizaran correcciones ante falsedades o incorrecciones flagrantes. En el segundo, entre Trump y Harris en ABC, los periodistas moderadores mostraron que era posible y hasta cuatro veces corrigieron a Trump, incluyendo cuando repitió el bulo xenófobo sobre los inmigrantes. El candidato republicano y los comentaristas conservadores atacaron la actuación de los moderadores como una señal de supuesta parcialidad.
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Ahora CBS se ve bajo un torrente de críticas, especialmente de expertos en periodismo. Y la indignación se resume en un mensaje en X del periodista de ‘The New Yorker’ Philip Gourevitch: “CBS ha anunciado que ya no hace periodismo“.
Source: Informacion
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