Las presiones fueron intensas, tanto desde el sector agrario como del de los distribuidores y los consumidores. Y es que la escalada de precios que el aceite de oliva había empezado a experimentar en 2022 había llegado a afectar de lleno al consumo, con una caída del 23,8% en volumen entre ese año y 2023. Aunque al principio costó convencerle, finalmente el Gobierno decidió revisar su catalogación y equipararlo a los alimentos denominados básicos, igual que el pan, la leche o la fruta y las verduras frescas, entre otros. Así pues, este martes, cuando entre en vigor el nuevo IVA de la cesta de la compra, tal y como está previsto en el decreto que supuso su rebaja, el aceite de oliva pasará a tener un tipo superreducido del 2% de este impuesto, y no el reducido que sí tendrán los aceites de semillas, del 7,5%, casi cuatro veces más.
Pero si el objetivo, como dijo en su momento el Gobierno y aplaudieron las organizaciones de agricultores y consumidores, era “proteger e incentivar el consumo del aceite de oliva“, quizás no sea esta la medida más adecuada para lograr ese propósito, cuestionan expertos consultados por este diario. “Los aceites de semillas, que son los que compran preferentemente los hogares con menos recursos, pasarán a tener un IVA del 7,5% mientras que el de oliva quedará en el 2%”, constata Agustí Colom, profesor de Teoría Económica en la Universitat de Barcelona (UB), que cuestiona la lógica de la medida. “¿Por qué no se ha bajado también al 2% el aceite de girasol, por ejemplo?”, pregunta.
En concreto, el aceite de girasol aumentó su cuota de mercado en un 13% entre marzo de 2023 y el mismo mes de este año, que es el último dato que tiene disponible el Ministerio de Agricultura y Alimentación. “Es importante el porcentaje de penetración de este producto, que crece un 14%, lo que significa que pasa del 27,5% al 31,4% de los hogares comprando aceite de girasol para consumo doméstico”, destacan los analistas del ministerio.
“La idea era darle un incentivo al aceite de oliva, del que España es un productor principal, para que ganara peso entre los consumidores nacionales, pero será muy difícil que eso pase, porque los aceites de semillas siguen siendo aún más baratos”, esgrime Javier Martínez, investigador de Esade Center for Economic Policy (EsadeEcPol). De hecho, desde que se empezó a aplicar la rebaja del IVA, el precio del aceite de oliva para los compradores se ha incrementado todavía un 37,2%, aunque desde el pasado abril lleva experimentando descensos (del 12,7%). Los aceites de semillas, que han mantenido un IVA del 5% desde el 1 de enero de 2023, sí han reconducido los precios y han acumulado una disminución del 38,5% desde esa fecha.
La conclusión es que la supresión de un impuesto como el IVA no ha respondido a una lógica redistributiva y han sido las familias con más ingresos las que más han rebajado sus gastos, simplemente porque consumen más. “De los productos que aparecen en la Encuesta de Consumo Familiar, el aceite de oliva lo compran, por ejemplo, los hogares de más alto poder adquisitivo, con lo que han sido ellos los que más partido han obtenido de la exención fiscal”, constata Martínez. “Una política focalizada de transferencia de rentas a hogares más vulnerables hubiera sido más efectiva desde el punto de vista distributivo, y más barata desde el punto de vista presupuestario”, señala el economista de EsadeEdPol.
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Quienes sí celebran que el aceite de oliva se quede a partir de ahora con un IVA superreducido son los productores, que están a punto de iniciar una nueva campaña olivarera con perspectivas mucho mejores que las del año pasado. La previsión de cosecha es buena, sobre todo en Andalucía donde las lluvias de primavera cayeron en el momento oportuno para asegurar la producción. Esta hará que también empiecen a contenerse los precios en origen, es decir los que la industria paga a los agricultores.
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Source: Informacion
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