Los conflictos regionales suelen tener poderosos padrinos externos que apoyan a uno u otro bando en función de sus intereses económicos y geoestratégicos. El del Alto Karabaj no es una excepción. Este territorio montañoso con escasos recursos ha sido el centro de disputa entre Azerbaiyán y Armenia durante más de 30 años. En todo este tiempo ha habido dos guerras con decenas de miles de muertos y un éxodo de más de un millón de personas. Un tercer choque armado se produjo hace ahora un año, cuando en una gran ofensiva relámpago, Azerbaiyán derrotó a una Armenia indefensa. Desde entonces se mantiene un frágil alto el fuego. En el tablero de ajedrez de esta región del Cáucaso Sur mueven sus piezas Turquía, Rusia, Estados Unidos, Irán e Israel. La tensión está servida.
Vayamos al origen del conflicto. En los años 20 del siglo pasado la Unión Soviética cedió el Alto Karabaj como territorio autónomo a la entonces República Socialista de Azerbaiyán, a pesar de que el 95% de la población era de etnia armenia. Cuando cayó el Muro de Berlín, la musulmana Azerbaiyán y la cristiana Armenia se independizaron, momento que aprovecharon los armenios karabajos para autoproclamar también su independencia, con el apoyo del Gobierno armenio de Ereván.
La primera guerra duró seis años, hasta 1994. Los armenios salieron victoriosos e incluso ocuparon áreas adyacentes al enclave. En la de 2020, el ejército azerí recuperó gran parte del territorio perdido. En septiembre de 2023, Azerbaiyán, rico en hidrocarburos, logró el control absoluto de la zona en 24 horas de intensos bombardeos. Previo al ataque relámpago, el régimen azerbaiyano de Bakú cerró durante nueve meses la única carretera que une Alto Karabaj con Armenia, lo que privó de alimentos y medicinas a la población del enclave. Más de 120.000 armenios salieron del territorio. Armenia acusó al régimen azerí de “limpieza étnica“.
Ayuda militar de Turquía
[–>
Desde el pasado 1 de enero, la República del Alto Karabaj no existe. La victoria del régimen del presidente azerí Ilham Aliyev fue posible gracias a su potencial económico y a la ayuda militar de Turquía, país con el que Azerbaiyán mantiene lazos históricos y culturales, además de económicos y estratégicos,
Armenia, por el contrario, careció del apoyo del que era su protector, el Kremlin, a pesar de ser miembro de la alianza militar Organización de Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que lidera Rusia. El acuerdo de la OTSC establece que si uno de los países miembros es atacado por un tercero, la alianza debe acudir en su ayuda. No fue el caso, “Armenia se ha sentido muy abandonada por Moscú, sobre todo desde que estalló la guerra en Ucrania“, dice la experta en seguridad y conflictos del Cáucaso Sur, Olesya Vartanyan. “Ahora, el Gobierno armenio se ha acercado a Europa y Estados Unidos, aunque es prematuro afirmar que mantiene una alianza con Occidente”, añade la investigadora georgiana. Hace unos meses, militares armenios y estadounidenses realizaron maniobras militares conjuntas de baja intensidad.
El Kremlin ha amenazado con “graves consecuencias” al gobierno armenio. Le acusa de ser “rehén de los juegos geopolíticos de Occidente”. Moscú considera además “extremadamente hostil” la decisión de Armenia de ratificar su adhesión a la Corte Penal Internacional que ha lanzado una orden de detención contra Putin. El giro de alianzas del primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, es de alto riesgo. Rusia tiene una base militar en Armenia y es el único proveedor de gas y electricidad al país del Cáucaso.
Corredor Zangezur
[–>
Azerbaiyán y Armenia negocian ahora un acuerdo de paz, no exento de dificultades. Uno de los principales obstáculos es el corredor Zangezur, una carretera cerrada que conecta Azerbaiyán con su región autónoma de Najicheván y que pasa por territorio armenio. Para los gobiernos de Bakú y Ankara todo acuerdo de paz debe incluir la apertura de esta ruta, libre aduanas y controles fronterizos. Ereván considera “inadmisible” que el corredor esté bajo el control azerbaiyano.
“Armenia se siente cada vez está más débil y vulnerable”, explica Vartanyan. “Desde la derrota del 2020, ha perdido capacidad militar. No le quedan esperanzas de que alguien venga a ayudarle”. Con las fronteras cerradas de Azerbaiyán y Turquía, Armenia solo tiene conexión terrestre con Georgia, al norte, e Irán, al sur. Es a lo largo de la línea fronteriza que comparten Armenia e Irán, de apenas 45 kilómetros, por donde transcurre el corredor Zangezur. El régimen de Teherán se opone también a la apertura de la ruta ya que cortaría su acceso directo a Armenia y mermaría su influencia en la región.
Además, Irán tiene problemas internos con la comunidad iraní azerí, la minoría más grande del Estado persa, que reivindica una mayor autonomía de Teherán. La desestabilización de Irán interesa a Israel, su principal enemigo. Tel Aviv suministra armas a Azerbaiyán.
[–>
“Lo que interesa a Armenia es que haya avances en el proceso de paz para minimizar posibles nuevos ataques”, dice Vartanyan. “El proceso será largo. No se puede esperar un acuerdo en breve después de treinta años de guerra con decenas de miles de muertos”, concluye.
Subscribe to continue reading
Source: Informacion
James Sean is a writer for “Social Bites”. He covers a wide range of topics, bringing the latest news and developments to his readers. With a keen sense of what’s important and a passion for writing, James delivers unique and insightful articles that keep his readers informed and engaged.