En Francia, la tradición marca que los presupuestos suelen cerrarse a mediados de agosto para que la Asamblea Nacional pueda examinarlos el 1 de octubre. Sin embargo, las cuentas de 2025 parece que van a romper con esa tradición ante la falta de gobierno.
En estos momentos, una de las principales preocupaciones del país son sus presupuestos y los recortes para reducir el déficit público, situado en un 5,3%. Tras seis semanas con un Ejecutivo en funciones, el primer ministro, Gabriel Attal ha anunciado su intención de replicar el mismo presupuesto global del año anterior, 492.000 millones de euros, como “base de trabajo” antes de iniciar el debate presupuestario en el Parlamento. Algo que no ha gustado entre la izquierda, que han tildado la idea de “escandalosa” y “cínica”.
Para la candidata de la izquierda al puesto de primera ministra, Lucie Castets, “llevar a cabo una política de austeridad en el contexto actual es inadecuado e irresponsable”. De ahí que el Nuevo Frente Popular (NFP), esa unión de izquierdas creada para combatir a la ultraderecha en las pasadas elecciones legislativas del pasado 7 de julio, apueste por un gasto que impulse la economía de Francia. “Debemos aumentar el presupuesto estatal en 30.000 millones de euros, es decir, llevarlo a 522.000 millones de euros y poder invertir en un sector público cada vez con mayores salarios, en la educación pública gratuita”, ha explicado Fabien Roussel, secretario general del Partido Comunista.
Ideas contrapuestas
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El NFP ya se ha puesto manos a la obra para diseñar su propio presupuesto, en caso de que finalmente Emmanuel Macron se decida a nombrar a una primera ministra de izquierdas. Saben que el tiempo corre en su contra y que de las cuentas públicas dependen muchos sectores, entre ellos, los funcionarios. Sin embargo, la idea de su presupuesto va en dirección contraria a la de los macronistas.
La izquierda se aleja de la congelación, de la reducción o de llevar a cabo un tijeretazo de 10.000 millones euros, como proponía el ministro de economía, Bruno Le Maire, hace tan solo unos meses. “Estamos trabajando en el tema y podremos hacer correcciones importantes antes de la votación del presupuesto”, aseguró Lucie Castets, en una entrevista a Libération.
En su boceto, el Nuevo Frente Popular no solo evita la reducción de gastos, sino que propone un aumento del 10% de los salarios de los funcionarios y una ayuda a la vivienda en tiempos de inflación. Además, de una importante inyección en los servicios públicos y un impuesto a las rentas más altas.
Unas ideas jugosas, pero que se alejan de la trayectoria de recuperación de las finanzas públicas previstas por el Gobierno dimisionario. El plan establecido es reducir el déficit público al 4,1% del PIB para finales de 2025, una hazaña que requerirá al menos un ahorro de 20.000 millones de euros.
La carta que fija los límites de crédito que envió esta semana el primer ministro en funciones a sus ministros pretende reducir su gasto un 2%.
Asumir un compromiso europeo
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Los límites presupuestarios no solo los marca el Gobierno saliente, también lo hacen desde Bruselas. La norma europea limita el déficit público al 3%, y Francia este año lo supera holgadamente con un 5,3%. El Ejecutivo galo debe respetar sus compromisos internacionales. Por eso, “el primer ministro está especialmente preocupado por la recuperación de las finanzas públicas”, insiste el entorno de Gabriel Attal para el medio La Croix.
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La presión europea por regresar a la senda de la estabilidad financiera obliga a Matignon a marcarse un límite y, al mismo tiempo, buscar formar un gobierno que tenga ese mismo objetivo. Un equilibrio, por ahora, difícil de encontrar.
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Source: Informacion
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