El detalle más revelador de que algo no iba bien en la vida de Pablo Muñiz está relacionado con su trabajo. Los investigadores de la Guardia Civil encargados de investigar el crimen de El Picón han descubierto que sus desplazamientos diarios durante sus estancias en Ribera de Arriba para trabajar en una industria local eran “una farsa” y que llevaba una doble vida. Su padre, con quien vivía, pensaba que estaba empleado en una empresa de productos lácteos. Pero en realidad, según han comprobado los investigadores, hace más de 15 años que no trabaja allí. Fuentes consultadas por este diario apuntan a que solo permaneció allí durante unas pocas semanas en las primera década de este siglo. Los agentes encargados del caso tratan ahora de esclarecer si el ataque se inició después de que la víctima descubriese su falsa vida.
Durante todos estos años, según las pruebas recabadas por los guardias civiles, el parricida mantuvo engañado a su progenitor y al resto de su entorno. Salía de casa cada mañana con una mochila rumbo, decía, a su puesto de trabajo. Volvía a casa cuando, en teoría, terminaba su turno. Pablo Muñiz vivía a caballo entre Ribera de Arriba, donde acabó con la vida de su padre, y Grado, donde reside su madre desde que el matrimonio se separó hace años.
El parricida justificaba sus temporadas en la aldea riberana con contratos que ahora, siempre según lo indicado por la investigación, nunca existieron. Entre los meses de junio y septiembre pernoctaba en El Picón, supuestamente para acudir diariamente a su empleo. No obstante, la duración y la fecha de las estancias variaba. En los últimos tiempos llevaba en torno a un mes instalado en la casa de su padre cuando el pasado lunes lo decapitó.
La Guardia Civil investiga si el detonante de la discusión entre padre e hijo que originó el crimen la noche del lunes pudo ser que el padre o alguien de su familia descubriera esa farsa tan prolongada en el tiempo y eso desencadenara el brote psicótico en el hombre.
Padre e hijo se enzarzaron primero en una discusión en la que Pablo Muñiz apuñaló al hombre, que logró salir a pedir auxilio a los vecinos. Ya en la puerta, el hijo le decapitó con un hacha; luego, cogió la cabeza y se fue a la glorieta de Soto de Ribera donde atacó a algunos conductores antes de ser reducido y detenido por la Guardia Civil.
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“Nos tuvo engañados a todos”
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“Estamos totalmente desconcertados. Resulta que nos tenía engañados a todos”. Son las manifestaciones de varios vecinos próximos al hombre decapitado por su hijo en El Picón la noche del pasado lunes tras conocer que la Guardia Civil ha descubierto que el hombre de 46 años ingresado actualmente en el HUCA por un brote psicótico llevaba quince años simulando tener un puesto de trabajo en una conocida industria local. Su sorpresa llegó cuando algunos investigadores comunicaron a testigos interrogados que el autor del crimen llevaba una falsa vida. “Ni su padre ni su círculo más cercano tenía ni idea de esto”, comentaba ayer una riberana la mañana de este miércoles en las calles de Soto de Ribera. Muchos eran incluso testigos de las escenas diarias del investigado. Afirman que era habitual verlo bajar por la carretera de El Picón en dirección a Vegalencia ataviado con una gorra, mochila y ropa de trabajo. Los trayectos coincidían además con las jornadas habituales de la factoría. “Si me pinchan no sangro, es como si fuera un actor de cine”, manifestó en voz alta otro vecino. Este avance de la investigación aumenta el desconcierto entre el vecindario de un pueblo, donde a nadie se le pasaba por la cabeza que el ingresado en el HUCA fuese capaz de cometer un crimen ni ningún tipo de acto violento. “Se le veía tranquilo, a su bola, bastante solitario, pero iba a lo suyo. No molestaba a nadie y se le veía en sintonía con el padre. Hasta le acompañaba a salidas de montaña”, relatan.
Los testigos de la detención: “Costó mucho reducirlo, estaba incontrolable”
Testigos de la detención del parricida de El Picón relataron este miércoles a LA NUEVA ESPAÑA las dificultades que tuvieron los agentes de la Guardia Civil para detener al hombre de 46 años que decapitó a su padre y se paseó por la glorieta de Soto de Ribera. “Costó mucho reducirlo, estaba incontrolable y los guardias comentaban que tenía una fuerza enorme”, relata una de las personas presentes durante el arresto, que tuvo lugar en torno a las 22.20 horas del lunes.Los testigos coinciden en describir a un hombre “fuera de sí” que no paraba de moverse de uno a otro lado, cantando, riéndose a carcajadas y lanzando gritos. “Era como si no sintiera ni padeciera la fuerza de los agentes”, indica la misma fuente, en línea con el testimonio de otro vecino de Soto de Ribera. “Un amigo guardia civil me dijo que todavía le dolían las manos del esfuerzo que tuvo que hacer para contener sus movimientos”, explica este último. Además de los conductores damnificados por los ataques del parricida que observaban la actuación de los guardias desde la distancia, también presenciaron la detención algunos vecinos de las viviendas más cercanas a la rotonda. “Fue de película. Estaba sin ropa, lleno de sangre y no paraba de gritar”, apunta un lugareño al que el fuerte sonido de los vehículos de la benemérita desveló y sacó de casa. “Cuando vi lo que estaba pasando no me lo podía creer, no sabía si estaba todavía durmiendo”, comenta este varón, que conocía tanto al autor del crimen, como a su progenitor y víctima. El episodio dejó tanta huella, que hay quien afirma sentir un cosquilleo cada vez que pasa por la rotonda. “Todavía pasé antes por ahí y me dije para mí misma: si me hubiese tocado a mí no acierto ni a pisar los pedales”, indicó María Fernández, una ovetense que por motivos laborales suele pasar por la zona, muchas veces en horario nocturno, para ir a Morcín o Ribera de Arriba.
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Source: Informacion
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