La India se conjuró para que aquella joven de 23 años ejerciera de parteaguas en la secular tradición de abusos a las mujeres. Fue atacada por seis hombres en el autobús que la llevaba a su casa del norte de Nueva Delhi en una noche invernal y su cuerpo fue arrojado a los matorrales. Había sido violada y torturada con una barra de hierro durante horas y murió 13 días después en un hospital singapurés. Se llamaba Jyoti Singh pero la rebautizaron como Nirbhaya o “Sin miedo” tras atreverse a identificar a sus agresores. El conductor se colgó en la celda antes del juicio, un menor cumplió tres años de cárcel y los cuatro restantes fueron condenados y ejecutados.
La reciente violación en grupo de una turista hispano-brasileña subraya, 12 años más tarde, el fracaso de aquel propósito nacional. Hubo 31.516 violaciones en 2022, una media de 86 diarias, según la Oficina de Registros de Crímenes. Pero es sabido que sólo una minoría se denuncian por el desdén de la policía y los médicos. Las denuncias en Nueva Delhi cuadriplican la media nacional, lo que habla del contexto desincentivador en las zonas rurales.
Un informe de la organización Human Rights Watch calificaba las violaciones de “alarmantemente comunes” y describía un cuadro de impunidad e incompetencia. Los procedimientos se eternizan en una justicia con escasos medios y persiste el estigma vitalicio que sufrirá la violada en una sociedad patriarcal. No hay violaciones dentro del matrimonio, según la ley. La India es el país más peligroso para las mujeres, por encima de sospechosos habituales como Afganistán o Arabia Saudí. Lo sentaba una encuesta en 2018 de la Fundación Thompson Reuters que tenía en cuenta índices como la violencia sexual o el tráfico de personas.
Clima de impunidad
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Un vistazo a la hemeroteca desvela casos similares al reciente. Seis hombres fueron condenados a cadena perpetua por violar a una turista suiza en 2013; una estadounidense fue drogada y violada por varios hombres en su hotel de lujo en 2016; una británica fue violada cuando regresaba a su hotel… es una lista sucinta e incompleta. Las violaciones de turistas son una rareza estadística en el volumen total pero desvelan el clima de alegre impunidad.
El drama es mayor para las mujeres dalit o “intocables“, presas fáciles para las castas superiores y a menudo desamparadas por la justicia. Las constantes tropelías sufridas han estimulado el debate público sobre la relevancia de la clase social en el castigo de las violaciones y popularizado la etiqueta #dalitlivesmatter en las redes sociales. “La violencia, incluidas las violaciones individuales y en grupo, han sido utilizadas sistemáticamente por las castas dominantes para oprimir a las mujeres y niñas dalit y reforzar la estructura jerárquica de castas y géneros”, señalaba un reciente estudio de Swabhiman Society. No es raro el rechazo policial a formular las denuncias ni las intimidaciones de los agresores. El resultado es una “cultura de violencia, silencio e impunidad”, concluye.
La muerte de Nirbhaya sacó a la gente a la calle en todo el país, atrajo la atención global y galvanizó las reformas legales. Una enmienda a la Ley Criminal introducida un año después castigó también el acoso y el voyeurismo, amplió la definición de violación, abolió la discrecionalidad judicial para imponer penas menores a siete años, estableció el castigo capital en los tipos más agravados y cárcel para los funcionarios que ignoraran las denuncias. También fueron instaladas más cámaras y farolas en las calles y abrieron centros donde las víctimas acceden a ayuda médica y legal.
“A peor”
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No funcionará mientras el país no supere esas estructuras mentales atávicas que, por la dote y otros factores, desdeñan a la mujer como una carga. No es fácil pero tampoco imposible. China, otra sociedad tradicional y de raíz agraria, ha logrado avances tremendos a lomos del desarrollo económico y la urbanización. La madre de Nirbhaya, ahora activista, confesaba recientemente su desazón porque las “cosas han ido a peor”. “Cuando la tragedia de mi hija inspiró protestas en todo el país, confié en que ninguna madre tendría que sufrir como yo al ver el cuerpo destrozado de su hija. Pero mis esperanzas se han roto con la ola de violencia hacia las mujeres que se ha convertido en una forma de vida“, declaró a la agencia Arab News.
Source: Informacion
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